«El cuento de la criada», televisión que revuelve el estómago

PLATA O PLOMO

La perturbadora «The Handmaid's Tale» cierra una primera temporada tan dura como ejemplar

19 jun 2018 . Actualizado a las 23:02 h.

Lo futil, como salvavidas o guillotina. La vida pendiente de un hilo. Porque no vale nada. The Handmaid's Tale  (El cuento de la criadadice adiós a la primera temporada con un portazo que, como en cada capítulo, deja entre tinieblas al espectador. En esta serie no sale el sol. Echa sal en las heridas que abre la novela distópica de la autora canadiense Margaret Atwood, la obra en la que planta sus cimientos la serie de Hulu.

La retuerce para extraer toda la bilis, exprimiendo a secundarios que en la obra literaria pasan de puntillas (sirva como ejemplo la terrorífica historia del personaje interpretado por Alexis Bledel). Estados Unidos se ha convertido en una teocracia y la mujer ha sido relegada oficialmente a la Tercera División. Las pocas fértiles que quedan deberán concebir y parir los hijos de los mandatarios del régimen, como si fueran vacas nodrizas. Su destino es convertirse en incubadoras sin derechos. La población femenina es disciplinada de forma brutal y prostituida de todas las formas posibles. Los libros, las revistas y los juegos son pecado. Solo los poderosos pueden permitirse esas ilegalidades. Las leyes se han escrito confeccionando un traje a medida a partir de la Biblia. Los fugitivos piden asilo en Canadá. Y la cuestión es que en este mundo en el que Donald Trump y los yihadistas mandan en diferentes partes del mundo ya nada parece lo suficientemente descabellado como para encajarlo en la ciencia ficción.

The Handmaid's Tale es aterradora, sí, pero especialmente para las mujeres. Desasosiega todo, también la mezcla entre la tecnología moderna y la dominación ancestral. Lo nuevo parece pintado con viejos pinceles. Johannes Vermeer pasando por la trituradora aquel futuro brillante que nos prometían. La luz, la sombra, los ropajes de corte antiguo. Como puritanos que acabaran de desembarcar del Mayflower. Pero rodeados de vigilantes con ametralladoras y de cámaras de alta seguridad. Fascismo en estado puro.

Ella es el desamparo y la supervivencia en un país que se ha transformado una cárcel gigantesca

La serie está construida de forma ejemplar con un presente punteado de flashbacks que no son lineales. Es oscura, muy oscura. Y toda la negrura de ese mundo descansa en las espaldas de la protagonista, Elisabeth Moss, a la que recordarán bien los fans de Mad Men. Ella es el desamparo y la supervivencia en un país que se ha transformado una cárcel gigantesca, con las víctimas oficiando de guardianas y de verdugos, temerosas del ojo por ojo. Con las que forman parte del establishment también engañadas y humilladas, creyendo que iban a tener otro papel en el nuevo Gobierno. Imposible no vivir en la piel de Moss esos pasos iniciales, esas concesiones que, centímetro a centímetro, condujeron al abismo, y esas humillaciones posteriores.

El escenario de la realidad es convulso e incierto. No es casualidad que dos de las mejores series de la temporada sean odas a la desesperanza. Aquellos que busquen un abrazo deberían renunciar a The Handmaid's Tale y The Leftovers, creaciones incómodas que generan más prurito que sonrisas. The Leftovers es la inexplicable pérdida del otro y la búsqueda del camino elegido para digerirla, una narración que se despidió de forma audaz, que prefirió contar a través de un personaje en vez de contar con imágenes, como si fueses una telenovela de última generación, dejando al espectador la ventana abierta para creer o no creer. El fan que ha llegado hasta la conclusión ya compró hace tiempo el billete de ida de esta locura sin preocuparse si el regreso estaba incluido. The Handmaid's Tale cuenta cómo se afronta la pérdida de uno mismo en manos del totalitarismo y casi no concede oxígeno. Las dos son caviar amargo. Que revuelve los estómagos para bien. No como otras parrillas. Indigestas sin proponérselo. 

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