Sesenta años de imágenes de archivo dan para mucho. Por eso en TVE proliferan los programas que cosen retales de la memoria histórica televisiva de una época en la que no se podía cambiar de canal. Los programas se veían o no se veían, no había un plan C en el mando porque ni siquiera había mando. Cachitos, Ochéntame o Viaje al centro de la tele hacen que ahora, en el recorrido del zapping, el espectador se detenga al ver el álbum de la memoria común a varias generaciones.
La novedad en este género es Espinete no existe, programa nacido de una obra de teatro ya veterana y que alcanza las más altas cotas de nostalgia para la generación EGB al tocar la tecla que más resuena: la de la infancia. La yogurtera, el cinexín, la mano loca, la Ruperta y el blandiblú adornan conversaciones con famosos que acuden a ver imágenes antiguas y contar batallitas de una niñez de bocata frente al televisor. El verdadero Espinete no aparece. Su disfraz de púas está clausurado bajo siete llaves en un estudio afectado por el amianto. El programa fantasea con sus años perdidos en el documental por entregas ¿Qué fue de Espinete?, una visión gamberra que derriba la imagen dulzona del peluche y lo retrata como un erizo terrible que precisó el auxilio de Supernanny. Rostros famosos del cine y la televisión rinden homenaje con pequeños papeles a un bicho que fue icono.