Perdidos en la traducción

Beatriz Pallas ENCADENADOS

TELEVISIÓN

29 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Crecimos erróneamente convencidos de que E.T. era incapaz de emplear verbos en su frase estelar: «Teléfono, mi casa». En El patriota, de Mel Gibson, escuchamos sin pestañear la bendición «en el nombre del padre, del hijo y del santo fantasma». Y en la primera de Matrix, nuestros conocimientos matemáticos no se resquebrajaron cuando decían aquello de «he enviado a dos agentes» y aparecían cuatro. Muchas veces hemos estado ante la pantalla perdidos en la traducción, pero esta semana la invisible labor del traductor se vio públicamente reconocida en su verdadera dimensión humana, todo un logro en estos tiempos de herramientas mecánicas que traspasan textos de un idioma a otro con la misma fiabilidad que los diagnósticos médicos de las búsquedas de Google.

Los seguidores de Juego de tronos que llevan al día su sexta temporada descubrieron en el último episodio muchas cosas de enjundia; la más comentada, un juego de palabras que dota de significado al nombre de un personaje, pero que jamás podrá ser traducida al español conservando su sentido. Después de digerir los acontecimientos del capítulo El portón (The Door, en inglés), el primer pensamiento de los espectadores ha sido para solidarizarse con la difícil tarea que tiene por delante el intérprete. A los puristas, el revuelo les ha dado un nuevo argumento para defender el imperativo de ver la ficción en versión original; a los que prefieren la versión doblada, les ha demostrado una vez más que el cambio de divisa idiomática es una transacción que implica pagar comisión a cambio de confort.