De todas las entrevistas que ha hecho en televisión Bertín Osborne, la última, en casa de Pedro J. y Ágatha Ruiz de la Prada, ha sido con diferencia la peor y justamente coincidiendo con el cambio de cadena. Y eso que el programa había sido grabado con anterioridad para salir como estaba previsto en TVE, con el mismo equipo. Nada podría hacer pensar a priori que un salto de empresa podría desencadenar una caída de audiencia tan importante como para hacerlo pinchar en ese primer escalón, pero el entrevistador se equivocó escogiendo al personaje y entrando en su guarida. Tal vez si Bertín hubiese estado cómodo en su sofá, en su entorno, o debajo de su famosa parra la conversación con el matrimonio hubiese fluido como suele ser habitual en él. Con el desparpajo campechano, su cercanía natural con sus invitados y su peculiar humor. Pero entrar en el territorio de Pedro J. lo desnortó, cayó en sus redes y acabó devorado en dos minutos por esa extraña pareja. Sin réplica, desacompasado y sentado a la mesa como suelen hacer en ese entorno: servidos con guantes. Un detalle repelente, pero que no deja de mostrar una verdad que el espectador agradece. A los Ramírez-Ruiz de la Prada los vimos tal como son, con la estridencia fría de vivir a todo color y no ceder ni un ápice de su mundo. Por eso Bertín, con estos invitados, es mejor que hagas el programa desde la tuya.