Es la serie que deslumbra a la clase política y periodística española, la ficción (no lo olvidemos) a la que se alude con demasiada reiteración hasta, incluso, dar nombre a la imaginaria ¿e inverosímil? Operación Borgen por la que, ante el fracaso o la falta de apoyos de los principales aspirantes, Albert Rivera alcanzaría la Moncloa. Un salto político que se inspira en el argumento del creíble, bien enfocado y presuntamente realista drama televisivo danés.
En la serie, la reina de ese país encarga a la líder de un pequeño partido moderado, tercero en los comicios, formar gobierno si logra el apoyo necesario, un cálculo, complicado, que acomete con persuasión, dignidad, negociaciones y cesiones. Será así, y con acuerdos puntuales, a priori casi imposibles, con el resto de formaciones cómo consiga encabezar una coalición en minoría. Unos méritos muy alabados y mentados desde nuestra tierra a pesar de que, hasta ahora, aquí poco se haya hecho por interiorizarlos o imitarlos (salvo excepciones).
Es cierto que España no es Dinamarca, una nación habituada a la cultura de pactos y sin mayorías absolutas desde 1909, pero cuesta entender que la serie ya parezca un modelo casi quimérico o teórico de cómo transigir en aras del beneficio ciudadano, a pesar de que el ideario del partido o el propio político se resientan.