Mientras el domingo se votaba en el parlamento catalán al presidente Puigdemont, con esos 8 decisivos votos de la CUP, en el parlamento danés se peleaban por formar gobierno con Birgitte Nyborg a la cabeza. Es ficción, sí, pero que va paralela a la vida real. La serie Borgen que de boca en boca ha ido calando entre los espectadores ha caído por fin en mis manos y ya no he podido soltarla como la auténtica joya que es, también como adelanto de toda la nueva política que estamos viviendo. De Borgen interesa todo, el entramado de las conversaciones de despacho, los tejemanejes del poder de los medios de comunicación, pero fundamentalmente la trama familiar, el conflicto interior de la protagonista cuando se enfrenta a sí misma. El dilema de escoger entre la familia y el poder. Borgen acierta de pleno poniendo de protagonista a una mujer y la sutileza permanente en la que se mueve, aunque de forma implacable, para tomar decisiones. Desde luego lo que más gusta de Birgitte, a diferencia de Frank Underwood, es ese modo nada resabiado de hacer las cosas que consigue que los espectadores se identifiquen con sus logros al tiempo que ella encamina los pasos, con los mismos errores. Birgitte no se lanza a degüello con la ambición innata de Underwood, pero aprovecha cada match point para llegar a lo más alto. Si tienen ocasión, pasen a verla. Es otra que engancha.