Aprovecho para saludar

Beatriz Pallas ENCADENADOS

TELEVISIÓN

25 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Ahora es cuando mi madre dice aquello de ?tantos años de estudio para esto?», sentenciaba, retraída, María Casado, ataviada con traje de época y recién salida de un gag que recreaba Los desayunos de TVE en un corrillo de comadres de Acacias 38. Pasaba de la medianoche y en La 2 se emitía la ceremonia de los premios de la Academia de Televisión, un espectáculo que era cualquier cosa menos espectacular. Los micros abiertos difundían los comentarios privados de los presentadores y no había encuadre capaz de disimular la desbandada y las sillas vacías del auditorio.

Las galas de premios se han convertido en uno de los géneros más escurridizos e idealizados de la televisión, porque la conjunción de caras famosos y profesionales del espectáculo genera, a veces, expectativas muy difíciles de cumplir para estar a la altura de lo que se entiende por un producto de prime time. La liturgia preestablecida en torno a la elección de los primus inter pares aleja cada vez más al boato gremial del entretenimiento tal como lo conocemos. Los propios Óscar, con todo su oropel, se van dejando espectadores por el camino mientras alguien no ponga remedio y reinvente el género. El derecho legítimo que ejerce cada premiado de aprovechar para saludar a todo su árbol genealógico es el anticlímax televisivo por excelencia, por mucho que salga la tierna Peppa Pig a cerrarles el micro.