Segundas partes

Beatriz Pallas ENCADENADOS

TELEVISIÓN

03 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cinco millones de espectadores semanales son muchos para dejarlos escapar sin pensarlo dos veces. Por eso, es doblemente meritorio que los responsables de El Príncipe hayan sabido decir hasta aquí y poner fin a la historia a tiempo, en dos entregas que serán casi tres, antes de acusar el desgaste.

El estreno de la segunda temporada ha llegado para demostrar que incluso para una serie cuyo éxito radica en ir de sorpresa en sorpresa sin dar tregua y que ha roto moldes en la ficción española al introducir un tema inédito como el yihadismo resulta complicado prolongar el encanto de la novedad y eludir la sensación de que algunas ideas empiezan a repetirse. Esa escena de Morey herido y Fátima irrumpiendo de pronto provoca un déjà vu que remite a la primera temporada y no hace más que allanar el camino hacia la previsible segunda parte de una historia de amor prohibido que, todo apunta, está por llegar.

El Príncipe no es Homeland. No parece que vaya a renunciar al peaje del romanticismo ni a eliminar los rostros bellos y los abdómenes modelo tableta de chocolate que suman muchos puntos de audiencia. Pero sus autores ya han demostrado ser capaces de combinar los inevitables rigores comerciales con los giros inesperados, y cinco millones esperan cada semana que la cosa no decaiga.