Louredo somos nosotros

b. p. l. REDACCIÓN / LA VOZ

TELEVISIÓN

GUSTAVO RIVAS

Una veintena de figurantes son los vecinos anónimos de «Padre Casares»

23 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Ocupan siempre el mismo banco de la iglesia de Santo Antonio. Acuden al bar, al ultramarinos o al centro social del pueblo. Por detrás de los reputados actores que dan vida a Delmiro, Crisanto, Horacio, Puri, Sindo y Lidia, está el verdadero espíritu de Louredo. Una veintena de figurantes de distintas edades participan cada temporada en las grabaciones de la serie Padre Casares como trasfondo de las tramas principales que desarrollan los actores estrella de la televisión. Sus papeles, aunque no tengan nombre y solo en ocasiones pronuncien una frase de diálogo, sirven para construir el pueblo más célebre y alocado de la ficción de TVG.

Aurelio Facal ha sido hasta la actual temporada uno de los figurantes más habituales de Padre Casares, aunque ahora la jubilación ya lo ha apartado también de este otro trabajo. «Me gustaba mucho participar, era una diversión muy grande y una distracción mucho mejor que echar la partida», asegura este extra, que participó en otras series de Voz Audiovisual como As leis de Celavella, Terra de Miranda e A vida por diante. Para él, lo más importante de esta experiencia es «el compañerismo» que existe entre todo el equipo. «He estado en muchas series, pero la camaradería que hay en Padre Casares no la hay en ningún sitio -asegura-. Como actores son muy buenos y como personas, fuera de serie».

Esta opinión es compartida por Socorro Dourado, que evoca sus comienzos en el mundo de la figuración dentro de la serie Mareas vivas. «El primer día me pareció todo rarísimo -recuerda-. Te dicen que no puedes mirar a la cámara ni a los actores y que tienes que hablar con otra persona pero haciendo mímica, sin hacer ruido, y estás tan nerviosa que realmente no miras a nadie». Otra de las cosas que más le llamó la atención al principio fue «la cantidad de cortes que hay que hacer y las veces que hay que repetir cada escena».

Encantada con esta nueva vocación que ha descubierto cuando suma ya siete décadas de vida, asegura que este trabajo le quita todas las penas. «A mí esto me dio la vida, y eso que hay que madrugar, pero me lo paso fenomenal; cuando vamos a grabar a Redes es como ir de excursión y y ya somos todos como una familia», afirma.