Nerea Barros: «Ser gallega fue definitivo para que me dieran este papel»

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas LA VOZ | REDACCIÓN

TELEVISIÓN

BENITO ORDOÑEZ

Tiene una belleza de esas que se clavan en la pantalla y dice que es actriz por amor a un oficio en el que se deja la piel. «El tiempo entre costuras» la ha catapultado a una popularidad que recibe con alegría: «¡Ya soy más conocida que Pablo Motos!»

27 ene 2014 . Actualizado a las 11:44 h.

Nerea Barros (Santiago, 1981) vive este bum de El Tiempo entre costuras como un regalazo que le ha hecho la vida. Aunque su profesión le hierve desde niña («no recuerdo otra sensación más fuerte que hacer de la Virgen María en una función de primero de EGB») y ha estado volcada en ella desde los 15 años que filmó Nena, el «fenómeno costuras» la ha rematado en la popularidad. Para el gran público es ya la secretaria de Da Silva, un papel secundario, pero muy significativo en la trama de la producción de Antena 3 que Nerea ha disfrutado en la pantalla dos años después del rodaje.

-Lo de esta serie ha sido una locura, ¿tuviste esa sensación ya desde el principio?

-La tuve desde luego en el rodaje, porque fueron seis o siete meses. Lógicamente yo no estuve todo ese tiempo, pero aquí no se suelen hacer series con tantos medios y sí tuve la sensación de que estaba al nivel de una película de cine y cine de calidad.

-¿Fue muy duro el casting?

-Creo que hasta en eso me sorprendió. Porque salí alucinada de cómo me trataron, de la acogida y porque parecía que en lugar de una prueba me estaban dirigiendo. Me hicieron sentir muy cómoda, pero yo no tenía ni idea de para qué era el papel. Luego cuando ya me enteré, me pareció una lotería, porque entonces ya había rumores de que iba a ser la primera producción en España con una calidad como las series inglesas o de Estados Unidos, una apuesta por un producto propio. ¡Y vaya si lo fue!

-¿Has notado ese calor en la gente?

-Sí, es una pasada. Hace poco estaba cenando con mi novio, Juan (el de Trancas y Barrancas, de El Hormiguero), y con Pablo Motos y su mujer, y de pronto se me acerca una persona y me dice: «Tú eres la de El tiempo entre costuras». Y, claro, empezamos a bromear en plan ¡ya soy más conocida que Pablo Motos! Pero para mí ha sido un orgullo trabajar en esta serie, porque el reparto ha sido magnífico y, pese a todo el bullicio de una producción tan grande, había una especie de calma plácida en todo lo que hacíamos.

-Y el público lo ha percibido así.

-Claro, es que eso demuestra que cuando apuestas por la calidad, el éxito es más probable. La gente aprecia todo ese esfuerzo no solo en actores, sino la fotografía, la puesta en escena, el vestuario...

-Que ha hecho hasta que las mujeres recuperen ¡el turbante!

-Sí. Yo cuando llegué al rodaje y vi una nave enorme con miles de vestidos, de trajes, quedé impresionada. La jefa de vestuario es una mujer increíble, que se bajó de Londres la mayoría de las piezas.

-¿Te gustó cómo te caracterizaron?

-Digamos que se ajustaba a mi papel, porque había que rebajarme como secretaria para que Adriana Ugarte luciera en su protagonismo. Me encontré muy cambiada e iba ceñida no, lo siguiente, apenas me podía mover. Y además en unas condiciones meteorológicas terribles porque hacía un frío horroroso y yo llegué a rodar con fiebre. Esa es la parte que no se ve, pero cuando pusieron la serie, le decía a mi novio: ¡mira qué ojeras tengo!

-¿Conociste a María Dueñas?

-No, la vi una vez, pero cuando me dijeron que era ella, me entró el pánico y me fui.

-Pero la fidelidad a la novela es casi plena. ¿Tú leíste el libro antes?

-No, leí el libro después porque no quería que me condicionara mi papel, que al fin y al cabo no era protagonista. Y el acierto de los guionistas ha sido total, solo tocaron lo que resolvía mejor la serie.

-En la que por cierto hay muchos gallegos.

-Sí. Yo solo coincidí con Manolo Cortés y con Pico, al que le tenía un enorme cariño. Un maestro en todo. Y sí en mi caso ser gallega fue definitivo para que me dieran el papel, porque yo además estoy muy vinculada a Portugal y a Brasil, trabajo mucho allí, e incluso les hice el casting en portugués.

-¿Qué fue lo mejor del rodaje?

-Que confiaran en mí lo primero. Y para mí ha sido un orgullo en todos los aspectos haber participado. Todo el público se fijó en cómo iba vestida fulanita, en la historia, la época...

-Se vendieron máquinas de coser...

-Sí. Esos son los daños colaterales. Yo no soy nada manitas, aunque me encantaría, pero sí mi madre, a la que recuerdo siempre con su máquina Singer. Esta serie ha llegado mucho porque ha homenajeado al mundo de las mujeres, nuestras madres, nuestras abuelas, mujeres fuertes y con ese amor por el oficio que hacían rodeadas de cariño. Eso se ve reflejado, ese amor por hacer cada puntada perfecta.

-Un punto nostálgico, pero que ha vuelto también.

-Es que al ver eso te das cuenta de que nos hemos vuelto supermodernos de repente, pero hemos perdido otras cosas fundamentales. Ese trasfondo humano del oficio. Y sí ahora con la situación económica pues te planteas arreglar un pantalón y no tirarlo, por ejemplo. Yo creo que todo ese sentimiento está reflejado en la serie.