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¿Me salvará mi coche autónomo?

La Voz MADRID / COLPISA

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Los vehículos que conducen solos plantean la duda de si deben sacrificar a sus ocupantes para proteger a terceros

27 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La tecnología para hacerlos posibles ha avanzado tanto en una década que los coches autónomos, capaces de conducirse solos, podrían llegar al mercado en pocos años. En algunos países como EE. UU., donde automóviles experimentales sin conductor ya han recorrido millones de kilómetros, empiezan incluso a legislar su incorporación al tráfico rodado. Prometen más comodidad, menos contaminación y, sobre todo, más seguridad. Se calcula que el 90 % de los accidentes se deben a fallos humanos. Sin embargo, nadie tiene claro si tendrían éxito y si la gente querrá comprarlos. No tanto por la afición al volante de muchos ciudadanos, sino por los dilemas morales que traen consigo. Por ejemplo, si con ellos se quiere reducir al máximo las muertes en carretera, hay que programarlos para que, en situaciones límite, maten a sus propios ocupantes.

En el mundo muere cada año un millón de personas por accidentes de tráfico. Si todos los coches fuesen autónomos, estas podrían reducirse a menos de 10.000. Sobre todo si se programan con lo que los filósofos denominan una «moral utilitaria»; es decir, si buscan reducir al máximo el número de víctimas. Por ejemplo, dando un volantazo y estrellándose contra un muro -matando a sus dos ocupantes- por evitar atropellar a tres personas. Desde una perspectiva general puede parecer lo más recomendable, pero plantean dilemas morales y legales de gran calado. La revista Science publicó los resultados de varias encuestas dirigidas a determinar qué opina la gente sobre cómo deberían actuar los coches sin conductor. Y las conclusiones ponen en cuestión incluso su viabilidad comercial. 

«Existe un gran consenso moral sobre cómo deben comportarse estos coches», aseguró John Bonifan, coautor del trabajo. «La mayoría cree que el coche debería sacrificar a sus propios pasajeros por el bien mayor. Esta respuesta aparece incluso cuando les pedimos que se imaginen a sí mismos, o con sus hijos, dentro del vehículo». Sin embargo, los números se desinflan cuando a los encuestados se les preguntó si querrían tener un automóvil programado así. «La gente no quiere un coche de moral utilitaria. Les parece genial para otros, pero no para ellos», recalcó el científico. Para sí mismos, la gente prefiere un coche que dé prioridad a proteger a los ocupantes. 

Moral utilitaria

Esta situación pone el futuro del coche autónomo en un dilema de difícil solución. Si todos los coches dan prioridad a proteger a sus ocupantes, el número de fallecidos por accidentes sería mucho mayor. Y si los Gobiernos legislan para obligar a que tengan una moral utilitaria, puede que nadie se anime a comprarlos y, por tanto, se pierda su efecto de reducción de víctimas. «Estos vehículos podrían revolucionar el transporte y evitar casi un millón de muertes al año, pero tenemos que identificar los retos sociales y psicológicos que plantean», recalcó Azim Shariff, responsable del laboratorio de Cultura y Moral de la Universidad de Irvine (EE. UU.).

Los coches autónomos abren, además, un dilema legal sobre la responsabilidad en caso de accidente. ¿Quién tiene la culpa de un siniestro de un vehículo sin conductor? ¿El dueño? ¿El fabricante? ¿El programador del algoritmo de toma de decisiones? Nadie lo tiene claro, aunque la situación se mueve. A raíz de las pruebas con su propio prototipo, Google solicitó a la Administración Federal de Transportes una aclaración sobre a quién se refieren con «el conductor» en la legislación en vigor. En su respuesta, aunque no entraron al fondo del asunto, reconocieron que «el conductor es aquello, en contraposición a aquel, que está encargándose de conducir».

Si acaban por imponerse y adoptan una moral utilitaria, se cree que las grandes perjudicada serían las empresas de seguros.