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Por qué la Ley Lasalle no se llama Ley Wert

La Voz

OCIO@

El Secretario de Estado de Cultura es el rostro de la espinosa reforma de la Ley de Propiedad Intelectual, un balón de oxígeno para el ministro Wert, el político actual peor valorado

22 mar 2013 . Actualizado a las 16:34 h.

El ministro de Educación, Cultura y Deporte José Ignacio Wert es uno de los políticos peor valorados del momento. Los departamentos que lidera el sucesor de Gabilondo y González-Sinde no le están poniendo las cosas fáciles al madrileño que, en dos años, ha acaparado críticas, reproches y vapuleos de todos los frentes ideológicos, encolerizados con sus decisiones, meteduras de pata y citas textuales polémicas.

La reforma legal y los recortes en educación, y su infructuoso intento de conducir un ministerio como el de Cultura, donde la disparidad de opiniones políticas y credos de los artistas nacionales lo convierten en uno de los más espinosos de manejar, colocan a Wert en una situación con pocas alternativas para salir bien parado, empeorada por su habilidad para escoger siempre la frase menos adecuada mientras le apunta alguna cámara de televisión.

Paracaídas de los golpes de una sociedad, a estas alturas, considerablemente indignada, es probable que Wert esté respirando aliviado estos días al ser testigo de cómo su «segundo», el Secretario de Estado de Cultura José María Lasalle, acapara la atención en uno de los temas que más dolores de cabeza ha levantado en la cartera de Cultura, la regulación de la propiedad intelectual. Responsabilidad del ministro fue aguantar el chaparrón hace dos años tras la puesta en marcha de la Ley Sinde, también conocida como Ley Sinde-Wert, una polémica y restrictiva normativa que no llegó a contentar a nadie y que será revisada en la Ley Lasalle. La reforma de la Ley de Propiedad Intelectual, que ha sido aprobada este viernes en el Consejo de Ministros, ya ha adoptado directamente el nombre del santanderino.

Lasalle funcionará, ahora que el texto ha conseguido carta blanca, como balón de oxígeno para un ministro con el que ha mantenido sus más y sus menos desde que Rajoy lo colocó en el puesto que todas las quinielas reservaban para el hoy Secretario de Estado. Desde entonces, Lasalle ha tenido que lidiar con Wert en materia de cultura, sobre la que el ministro siempre ha priorizado las partidas educativas. El que fue portavoz de Cultura del PP en el Congreso optó, visto lo visto, por concentrarse, en su papel secundario, principalmente en dos empresas: impulsar la esperada Ley de Mezenagzo y tirar, desde el momento de su gestación, de la Ley Sinde.

Ya en el año 2009, el Secretario de Estado de Cultura José María Lasalle clamaba en un artículo publicado en El País por una Ley de Propiedad Intelectual que se adaptase «a los cambios tecnológicos de nuestro tiempo», que protegiese «la creación», respetase «la propiedad de los dueños de los contenidos» y despolitizase la cultura. Cuatro años más tarde y con su partido en el poder, sigue defendiendo con uñas y dientes la mano dura contra Internet, pero, esta vez, con una Ley Sinde llena de agujeros sobre la mesa y un texto de reforma, todavía más restrictivo, bajo el brazo.

La revisión del derecho de copia privada, la criminalización del enlace, el refuerzo de la Comisión de Propiedad Intelectual y la potestad para forzar a los prestadores de servicios a identificar a los infractores -principales novedades de la Ley Lasalle- ya son una realidad. Sus detractores, acusan a Lasalle de redactar una ley extremista que deja fuera la opinión de los verdaderos protagonistas, las entidades de gestión de los derechos de la propiedad intelectual, con los que no solo la Ley Lasalle no cuenta, sino que se ha asegurado de atar en corto.