Soy lo que quiero ser

YES

ANA GARCÍA

Esto es un sueño, ¿verdad? En realidad, podemos comernos un Velencoco o un Darth Vader de arándanos, gracias a Alejandra Rivas y su marido, Jordi Roca. La heladera de los sentidos nos confía, junto a la actriz María Tasende y el luchador Rodrigo Zayas, su fortuna: la de vivir haciendo lo que les gusta

08 oct 2016 . Actualizado a las 17:10 h.

Vivir de lo que a uno le gusta es un lujo que va mucho más allá de la nómina. Este privilegio, o esta idea romántica, que dirían otros, es en realidad una lucha encarnizada entre la realidad y los sueños. Sobra decir que librarla está reservado solo para valientes. Y a estas páginas traemos unos cuantos. La carballesa María Tasende es una de esas personas con vocación clara: «Desde muy pequeña sentí una atracción especial hacia el cine y el teatro. En casa, con mis hermanas y mis primos, jugábamos a hacer películas y escribíamos guiones. Pero lo de dedicarme a ser actriz lo veía muy lejos. Creo que no lo veía como una posibilidad real», reconoce. ¿Ha sido luchada tu carrera?, le preguntamos.

«Desde luego que lo ha sido. Y lo es, de hecho. Lo mío no tiene nada que ver con esas historias maravillosas que cuentan algunos de que iban por la calle y les fichó un director o que fueron a acompañar a un amigo a un cásting y les cogieron a ellos. En mi caso fue menos glamuroso, ja, ja, y no hubo tanta suerte. Tuve que dar muchos minipasos y poco a poco me fui acercando a la posibilidad de ganarme la vida como actriz», asegura María Tasende, que confiesa que no es necesario mirar demasiado atrás para recordar la incertidumbre y los miedos: «Aún la sigo sintiendo muchas veces».

Heladera y conductora

Pero mientras peleaba por su sueño, María hizo de todo: «Desde vender helados en gasolineras con una nevera colgante, conducir camiones, montar y desmontar portales de Belén gigantes... Todo porque necesitaba ahorrar para poder hacer un curso de actuación en Nueva York. También he puesto unas cuantas copas en bares y otros cuantos tés en Inglaterra, he cuidado niños, dado clases de patinaje artístico, he trabajado en una gestoría, en un hotel... Y como actriz pues me ha tocado por ejemplo hacerme pasar por ‘personas falsas’, contratadas por particulares que querían gastar bromas a amigos».

Pero a día de hoy, ¿es María Tasende lo que quiere ser? Dice que no del todo: «Tanto a nivel personal como profesional puedo decir que estoy más cerca, pero me queda aún bastante que limar para ser lo que quiero ser». Eso sí, es consciente de su suerte: «Estoy contenta de ganarme el pan con lo que me gusta hacer». Y eso es mucho.

Rodrigo Zayas: «Quería ser algo más que un fan de la lucha libre»  

EDUARDO PEREZ

Como cualquier niño, Rodrigo Zayas era un fanático de los superhéroes y del wrestling. De esos que saltaba en el sofá mientras en la tele Hulk Hogan le daba lo suyo al Último Guerrero encima de un cuadrilátero. Pero lo que diferencia a este madrileño del resto de su generación no es solo que él lo siga haciendo dos décadas después, sino que, aparte de ganarse la vida dibujando cómics para el mercado americano y como ilustrador y diseñador para el cine, ha conseguido dedicarse profesionalmente a la lucha libre. Es, definitivamente, el tipo que todos queríamos ser de mayores.

«Es un hobby que se me ha ido de las manos. Empecé hace nueve años, quería ser algo más que un fan de la lucha libre, quería practicarlo. Y ahora tenemos espectáculos mensuales, una escuela propia... Estamos creando una cultura propia del wrestling en España», explica Zayas, que organiza estas veladas de la Triple W (primera federación de lucha libre en España) en Madrid, donde ha conseguido congregar una parroquia de fieles que no faltan a sus shows: «La cosa ha cuajado. Empezamos de un modo muy modesto, pero ahora tenemos un aforo para 600 personas, y en ocasiones se han quedado hasta 300 sin poder entrar».

Este hobby desmadrado no está exento de peligro: «Tú creas una historia que tiene que tener cuanta más credibilidad mejor. Existe un guion, y las secuencias más peligrosas se ensayan mucho, llevan mucha coreografía, pero también hay lugar para la improvisación y, por lo tanto, para hacerse mucho daño. Por eso es necesaria cierta formación», matiza el luchador, que defiende el carisma del personaje como clave del éxito, de lo que es buen ejemplo él mismo: «Utilizo mi propio nombre, porque mi personaje sobre el ring es una especie de madrileño definitivo, un superchulapo, lo que viene a ser una versión exagerada de mí mismo», apunta.

Alejandra Rivas: «Entré en El Celler y me enamoré de todo»

Su sueño siempre ha sido dedicarse a la cocina. Y ha hecho un sueño de helado: el Velencoco, un polo inspirado en el torso de Andrés Velencoso, que sabe a leche merengada, limón y canela y coco. A punto de cumplir los 30, Alejandra Rivas es la cara de Rocambolesc, la heladería que soñó el mejor chef pastelero del mundo, su marido, Jordi Roca. Además de Velencocos, sirven dedos de Colón, osos de madroño, culos de leona y Darth Vaders de nariz peculiar. Todos, sorbetes sobre palito. Esto es un sueño, un oficio, un amor. Las chispas entre Alejandra y el benjamín de los Roca surgieron entre fogones, cuando ella llegó en prácticas al restaurante de Can Sunyer, tras haber «aprendido mucho» con Martín Berasategi en San Sebastián: «Me encantó la experiencia. Me dije: ‘Guauuuu, es duro, pero ¡me encanta! Quiero dedicarme a esto».

La cocina de las emociones la estaba esperando. «Siempre había querido entrar en El Celler -dice esta mexicana que no olvida el pastel de chocolate de su madre y los dulces de su abuela Margarita-. Entré en la cocina de El Celler y me enamoré de todo. De su pastelería y del pastelero», confiesa a YES. Del mejor del mundo. «Bueno -matiza la heladera-, cuando le conocí aún no lo era. Le reconocieron después. Pero para mí Jordi siempre será el mejor pastelero del mundo, quizá no sea objetiva, ja, ja, ja». Tras las prácticas en España, Alejandra regresó a México, donde estuvo a cargo de la pastelería del chef Enrique Olvera: «Otro reto para mí. Aprendí muchísimo. Enrique es técnicas mexicanas, productos mexicanos». Con él, tuvo por primera vez la ocasión de crear sus propios platos. Pero el amor la llevó de vuelta a Girona: «Y fue justo cuando Jordi quería montar una heladería. Creo que, al final, las cosas se van poniendo en el momento exacto. Yo le ayudaba a crear los helados, desde el inicio me involucré en el proyecto y acabé llevándolo. Rocambolesc es mi niño, lo he incubado y lo he visto crecer». Cuatro años ya, cuatro tiendas de esta heladería de los sentidos donde pueden comerse una RocaTocha, que no es otra que la nariz del chef que enamoró a Alejandra y se olió enseguida su talento.