La obesidad infantil se multiplicó por tres en Galicia en casi cuarenta años

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Santi M. Amil

Los niños ganaron de media 7,3 kilos y su cintura aumentó entre 4 y 6 centímetros

17 jul 2017 . Actualizado a las 17:39 h.

Hace ya tiempo que pediatras y endocrinólogos vienen lanzando un mensaje de forma reiterada: por primera vez en la historia, las nuevas generaciones corren el riesgo de vivir menos que las anteriores. Puede parecer una exageración, pero la amenaza se sustenta en una base sólida: la creciente epidemia de obesidad. El exceso de peso no es un mero problema estético, sino una auténtica enfermedad que dispara el riesgo de padecer muchas otras, desde la diabetes tipo II a distintos tipos de cáncer y patologías cardiovasculares que aparecen progresivamente en edades más tempranas. Y todo empieza en la infancia, donde la alarma se ha disparado. Es cierto que las últimas cifras oficiales en España, correspondientes al estudio Aladino, indican una estabilización e incluso una tendencia decreciente si se comparan los datos del 2011 con los del 2016, pero la cifra sigue siendo muy alta. Un 18,3 % de los niños de entre 6 y 9 años tienen obesidad, un porcentaje que se eleva al 43 % si se incluye el sobrepeso.

El exceso de grasa en el organismo favorece la hipertensión y la resistencia a la insulina En Galicia, si se atiende a los datos del programa Xermola de la Consellería de Sanidade, uno de cada tres chavales de entre 6 y 15 años presenta sobrepeso u obesidad. En la comunidad, sin embargo, existe una radiografía mucho más amplia que retrata la gravedad del problema. Es el estudio Galinut, coordinado por Rafael Tojo, primero y por Rosaura Leis, después, desde la Universidad y el hospital de Santiago, que ofrece datos desde 1979. Desde entonces la obesidad se ha triplicado en Galicia, para pasar de un 5 % en 1979 a un 16 % en la actualidad, a la espera de la revisión de la estadísticas. Y existen otros datos aún más clarificadores: los niños gallegos pesan hoy, de media, 7,3 kilos más -7,9 kilos los varones y 6,7 las mujeres- que hace 38 años. Es cierto que la talla media también se elevó en 5 centímetros, pero la grasa lo hizo en un porcentaje mucho mayor. La prueba del algodón es el incremento del Índice de Masa Corporal, que aumentó en 2 puntos, a lo que se une otro factor de riesgo metabólico como es el del tamaño de la cintura, que en niñas se incrementó entre 4 y 6 centímetros.

«La obesidad es un aumento de la grasa corporal, no del peso ni de la talla, y lo que vemos en estos 40 años es que aumentó más la grasa que la talla, e incluso los niños obesos ahora tienen mucha más grasa corporal que antes», aclara la pediatra Rosaura Leis, coordinadora de la unidad de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital Clínico de Santiago (CHUS). Y lanza una advertencia: «Más obesidad supone más grasa corporal y más perímetro de cintura, con lo cual aumenta el riesgo de enfermedades cardiometabólicas a edades cada vez más tempranas». 

«Nos jugamos el futuro»

Este es el verdadero problema, una cuestión aún pendiente de resolver, porque un niño con exceso de peso tiene muchas más posibilidades de convertirse en un adulto obeso, con todas las complicaciones que de ello se derivan. «Falta realmente una política bien definida para intervenir en el problema, tanto en las familias como en los colegios. Y nos estamos jugando el futuro», alerta Felipe Casanueva, presidente de la Fundación de la Sociedad para el Estudio de la Obesidad en España.

La actual realidad social tampoco ayuda. Según el análisis realizado en el programa Aladino, los niños tienden, cada vez en mayor medida, a saltarse el desayuno, a ver la televisión más de dos horas al día o a encerrarse en su habitación para entretenerse con los videojuegos. Al sedentarismo y a una mala dieta se une el hecho de que también duermen menos de 8 horas al día. Y todos son factores que propician la obesidad infantil, más frecuente en familias con bajos ingresos y poco nivel educativo.

Cada vez más pequeños con enfermedades de adultos

A los médicos ya casi no les sorprende encontrarse con niños obesos que presentan enfermedades de adultos. Es el caso de la hipertensión, que empieza a observarse en edades más tempranas ligadas al exceso de peso. Es hasta cierto punto habitual que en estos pacientes se detecte el problema a los diez años, pero incluso se ha visto a los cinco o seis. Pero hay más complicaciones asociadas.

Los médicos empiezan a ver en niños patologías que antes no se observaban Un ejemplo es el estudio realizado por el Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid en una cohorte de 1.300 pequeños obesos a los que se siguió desde los tres años. Casi un 47 % presentaban resistencia a la insulina, un claro factor de riesgo de diabetes tipo II. Incluso en tres chicos se detectó directamente esta patología. Otro 47 % tenían alteraciones de los lípidos, de los que un 9 % padecían niveles elevados de colesterol malo; un 28 % contaban con la tensión arterial alta; un 20 % presentaban un exceso de ácido úrico en la sangre (hiperuricemia) y a un 24 % se les encontró síndrome metabólico. «Es una situación muy preocupante», admite Jesús Argente, jefe de Endocrinología en el centro y coordinador del programa de obesidad infantil, además de integrante del Ciber de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberObn) del Instituto Carlos III. «Para estos casos -indica- no hay terapia médica, por lo que la prevención, basada en una dieta saludable y en la práctica de ejercicio es la única solución».

Empar Lurbe, responsable de Pediatría en el Hospital General de Valencia y coordinadora de las guías europeas de hipertensión en niños y adolescentes, en las que se recomienda medir la tensión arterial a partir de los tres años, también está preocupado por un problema que conoce de primera mano. «Si de pequeño -advierte- ya presentas un riesgo cardiometabólico está claro que tienes una mayor propensión a sufrir eventos cardiovasculares de todo tipo en la edad adulta, y lo que vemos es que estas enfermedades aparecen cada vez más en adultos jóvenes que son obesos y que fueron niños obesos. Se está adelantando la edad de estas patologías».

Todo empieza en la infancia, es más en el período fetal, y el riesgo se presenta en edades cada vez más jóvenes. Incluso en la lactancia. «Nos encontramos un importante porcentaje de bebés que a los seis meses están ingiriendo un 25 % de calorías más de las que se recomiendan», explica Rosaura Leis, que también es Coordinadora del Grupo de Investigación en Nutrición Pediátrica del Instituto de Investigaciones Sanitarias de Santiago (IDIS) e integrante del CiberObn. «Las enfermedades asociadas -añade- también se observan más precozmente. En el estudio nacional Genobox, realizado en más de 1.800 niños, y en el que también participamos, el síndrome metabólico, una patología del adulto, la encontramos ya en prepúberes».

Ningún menor cumple con las recomendaciones alimentarias

Comer mucho no significa comer bien. Es más, un niño obeso suele estar mal alimentado. Acumula grasa, pero es muy probable que presente un déficit de hierro, calcio y vitamina D. Así lo explica la pediatra Rosaura Leis, que ha coordinado un estudio en el que se han seguido los hábitos alimentarios de 810 niños en España. Y ninguno cumple a rajatabla con las recomendaciones alimentarias. «Tienen que tomar más de tres raciones de pescado a la semana, tres o más raciones de fruta y lácteos al día, y no lo hacen, pero abusan de la bollería industrial y los platos precocinados. Y deben incorporar la actividad física y reducir el tiempo dedicado a las pantallas», alerta Leis.