En busca del rayo verde

Xavier Fonseca Blanco
Xavier Fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Xavier Fonseca

Con un poco de suerte, en un día anticiclónico y con el horizonte despejado, es posible observar este fenómeno

14 jul 2017 . Actualizado a las 07:31 h.

El ocaso es uno de los acontecimientos diarios más bellos y también una clase de física. Nos recuerda que la Tierra es la que gira alrededor del sol. En realidad, el astro ni sale ni se pone. Esa terminología pertenece a la época precientífica, cuando el hombre se creía el centro del universo y dominaba la teoría geocéntrica. También es posible reflexionar sobre la naturaleza de la luz. Su velocidad es alta pero finita, 300.000 kilómetros por segundo. El sol está a ciento cincuenta millones de kilómetros y, por tanto, la luz necesita ocho minutos para llegar hasta nuestro planeta. En la práctica, esto significa que el astro rey juega al despiste, ya que nunca está donde parece sino que lo vemos como era hace ocho minutos. Existe una posición real y aparente y cuando usted está viendo como desaparece ya no está ahí.

Durante el ocaso recibimos además una lección sobre los colores de la naturaleza. Nuestra estrella, como la luz que emite, es blanca, y solo al descomponerla descubrimos que está hecha de los colores del arco iris. La luz procedente del sol penetra en la atmósfera y se produce un fenómeno de dispersión. Los colores que se dispersan en todas las direcciones con mayor facilidad son el violeta y el azul, que pintan el cielo. En realidad, el cielo es más violeta que azul pero los seres humanos no lo vemos así porque nuestro cerebro no está diseñado para ello.

Al atardecer, el astro está bajo sobre el horizonte, y la luz tiene que atravesar mucha más atmósfera. El azul se desparrama tanto que no es capaz de llegar hasta nuestros ojos. Comienzan a aparecer entonces los colores que están a continuación, el rojo y el amarillo. Y con un poco de suerte, en un día anticiclónico y un horizonte despejado es posible observar el rayo verde. Unos segundos antes de que el sol se ponga, los tonos rojos y amarillos también tienen dificultades para alcanzarnos y dejan paso al verde. Es un efecto óptico muy escurridizo y quizás por ello siempre ha estado envuelto en un cierto halo de misterio. Pero hoy, con tanta tecnología, está más que confirmada su existencia. «No es muy difícil de presenciar con un poco de paciencia, lo complicado aquí en Galicia es que se den las condiciones ideales para poder captarlo», comenta el astrofotógrafo gallego Óscar Blanco, autor de la imagen que acompaña al texto.

Julio Verne dedicó una de sus obras al rayo verde. Desde entonces, la leyenda que acompaña al fenómeno cuenta que si dos personas lo ven al mismo tiempo quedarán unidas para siempre.