«Mueren más corredores o ciclistas al año que buceadores»

SOCIEDAD

Mila Méndez / Marco Gundín

El accidente mortal en la cámara hiperbárica de un barco en Cadaqués pone el foco sobre una práctica que se dispara durante el verano: el buceo. Los expertos insisten en su seguridad

04 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En la escuela de submarinismo de Jesús Corzo no se habla de otra cosa desde el viernes. Dedicado al buceo desde hace más tres décadas, lo ocurrido en Cadaqués le suscita muchas incógnitas. Un buzo experimentado de 61 años murió por la explosión de la cámara hiperbárica portátil de su barco. Ayer, comenta Jesús, incluso se acercaron a sus instalaciones situadas en el puerto deportivo de A Coruña unos buzos de la Guardia Civil para consultarle detalles sobre los procedimientos de supervisión de los equipos. «Cuando sucede algo en el agua siempre llama la atención. Pensamos que es un medio hostil. Sin embargo, su índice de siniestralidad es inferior al de otras actividades», insiste Corzo, gerente de Buceo Galicia. Pone como ejemplo estadísticas de otros deportes: «Al año mueren más corredores o ciclistas que buceadores. Nuestro seguro cuesta la mitad que uno de bicicleta o de trekking». El verano multiplica las solicitudes para la realización de cursos de inmersión o de jornadas de bautismo. «España es el país europeo donde más se bucea. Sobre un millón de inmersiones al año», añade.

Este experto en las profundidades marinas, asesor de seguridad bajo el agua en filmes como Mar adentro o El desconocido, quiere dejar clara la diferencia entre el buceo deportivo y el profesional, como el que practicaba el submarinista fallecido en Cadaqués. «Para llegar al coral rojo hay que bajar hasta cerca de los 100 metros. A veces incluso más. La primera fase de un curso de buceo, el de aguas abiertas, homologado y obligatorio para poder sumergirte con botella, solo autoriza bajar hasta los 20 metros», explica. Con Jesús, en el club, se encuentra igual de conmocionado Galdino Liste. No solo es uno de los contados pescadores de coral con licencia que hay en España, sino que conocía al buceador de Girona. «Trabajamos juntos. Era una persona que conocía el entorno y el manejo de las cámaras hiperbáricas. Llevaba más de 30 años manipulándolas», subraya. Estos tanques de descompresión son vitales en su profesión, «a mí me salvaron tres veces», apunta Liste, que no baraja la posibilidad de un fallo de la máquina. «Se supervisan cada año. Entre los coraleros es la primera vez que sucede en cuarenta años», explica. No así en otros ámbitos. «En la marina italiana hace unos cuatro años tuvieron un percance con una. Las utilizan cuerpos profesionales ya que ayudan a acelerar la descompresión de nitrógeno que acumulamos a grandes profundidades», apunta.

Galdino cree que se trata de un accidente al que no hay que buscarle más porqués. «La pesca del Corallium rubrum, el único autorizado para su captura en el Mediterráneo, es arriesgada», confiesa. Con todo, es un negocio lucrativo dado el alto valor que alcanza en el mercado de la joyería.

Recicladores

En la escuela de Jesús Corzo no cuentan con ninguna cámara hiperbárica móvil, pero sí con equipos que llaman de rebreathers o recicladores. «Reciclan el aire que respiramos para tener más autonomía», comenta Jesús. Su coste anda sobre los 15.000 euros. «No todo el mundo puede acceder a ellos y no es una cuestión de dinero, sino de aptitudes», aclara. Los que portan equipos así, tanto para prospecciones científicas, reparación de barcos o extracción de coral, son algo así como la «primera división de los submarinistas», concluye Jesús Corzo.