Cuencos que ganan batallas

m. c. REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

No hay duda de que de que cada cultura dispone de una pieza indispensable de la vajilla. La de los soldados romanos era el cuenco. Les valía tanto para comer como para cocinar. Este domingo, en pleno Arde Lucus, La Voz ofrece el segundo bol de la colección de la marca Bidasoa. Aunque hayan pasado más de 2.000 años, podrá almorzar como un centurión.

29 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Antes de que César Augusto, el primer emperador romano, ordenara al legado Paulo Fabio Máximo levantar una ciudad a la que llamó Lucus Augusti, los expedicionarios del general Caius Antistus Vetus colocaron su campamento en un bosque dedicado a la deidad celta Lugh. Entre el equipamiento de aquellos soldados, además de las corazas que han inspirado en la actualidad los trajes de los cuerpos antidisturbios, había una especie de cuencos a los que los romanos llamaban pateras. Ahí era donde cocinaban y comían sus lentejas, unos de los platos principales de la dieta del militar romano que, a falta de un buen caldo de nabizas, debía reponer fuerzas tras la batalla con aquella legumbre traída de la tierra de Cleopatra. No cabe duda entonces de que los cuencos, aunque de modo indirecto, fueron un arma que ayudó al ejército romano a ganar más de una batalla. Porque está claro que para combatir con la furia de un romano hay que comer.

No hay más que ir este fin de semana a Lugo para regresar al pasado, para rememorar aquella época y aprender cómo era su estilo de vida.

E incluso podrán emular a las huestes de Augusto con el bol Índigo que el domingo ofrece La Voz a sus lectores con el periódico. Decorado con una cenefa al más puro estilo de mosaico romano y en un color digno de la emperatriz Livia no hay más que hacerse con una pieza para comer y beber como un verdadero romano. De Lugo.