Qué pasa con las vacunas, se pregunta a través de las ondas radiofónicas. Algo está ocurriendo y no es casualidad, añade. Se está como dejando, no se puede permitir, es una epidemia, subraya. Lo es, señor Cárdenas. Lo es desde que en los años 90 un médico falseó deliberadamente los datos de un estudio para poder vincular vacunación y autismo. Y aunque el doctor Wakefield perdió su licencia, aunque la revista científica donde apareció el estudio lo retiró y pidió disculpas, aunque en el 2015 se realizó otra investigación con 95.000 niños que no ha sido capaz de relacionar el trastorno del espectro autista con la vacuna que inmuniza contra es sarampión, las paperas y la rubeola, la epidemia sigue. Crece. E Inês Sampaio, que tenía 17 años, contrajo hace un par de meses sarampión y murió. Se lo repito. Murió. Murió a causa de una enfermedad que se puede evitar. Con una vacuna. La misma que ha puesto en duda esta semana, dando alas a la epidemia. Y a pesar de que hacía 30 años que la difteria se consideraba erradicada en España, en el 2015 un niño moría en Olot víctima de la enfermedad. Murió. De una enfermedad para la que hay una vacuna. Que el niño no tenía. Se lo ruego. Vacúnese. Inocúlese conocimiento científico. Contribuya a la inmunidad de grupo contra teorías infundadas. Salve vidas.