El Colegio de Biólogos nombra miembro de honor al investigador que ha descubierto cerca de 1.500 moluscos
14 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.La casualidad hizo que un día el joven doctor Emilio Rolán Mosquera (A Guarda, 1935) se encontrase con un anuncio en una revista médica en la que otro colega pedía conchas del Atlántico. Él las recopilaba para decorar cajitas. Le mandó un lote y el destinatario le respondió con el envío de un puñado de ejemplares del Mediterráneo. El médico asentado en Vigo hace décadas empezó así, hace poco más de medio siglo, una colección es una de las más importantes del mundo. Además, la curiosidad de Rolán no se paraba en el mero afán recopilatorio. Se compró un libro para empezar a ordenar sus piezas, pero no paraba de encontrarse ejemplares que no encajaban en ninguna clasificación y ahí comenzó su tarea como estudioso hasta convertirse en un de los malacólogos más competentes del panorama internacional, al que recurren los museos especializados en la materia.
Ahora, ya jubilado del sector sanitario, sigue dedicándose con pasión al estudio. Rolán es doctor honoris causa por la Universidad de Vigo y el Colegio de Biólogos de Galicia acaba de nombrar miembro de honor al experto en taxonomía de moluscos marinos y uno de los malacólogos más citados del mundo. Aunque está aún convaleciente de una reciente operación, lo encontramos al microscopio, observando «unos bichos».
-Usted siempre ha sido muy inquieto. Ha hecho mil cosas. De todas sus actividades, ¿cuáles ha abandonado?
-Teniendo en cuenta que ya soy mayor, algunas las dejé hace mucho tiempo, como la pesca submarina o el buceo con escafandra. Eso quedó a atrás porque a mi edad ya no es cosa de andar bajando a las profundidades. Aunque también dejé la pintura. Ahora me dedico solo a la malacología y también escribo textos ensayísticos, reflexiones. El último se llama: La estupidez humana. Un poquito más.
-¿De su propio fondo o le van llegando nuevos?
-Cuando empecé estudiaba los de Vigo. Luego hice algún libro sobre los de Galicia y más tarde me dediqué a viajar por el Caribe, la costa africana, todo el Pacífico sur y el Índico. Al final encontré proveedor. Mucho mejor que ir uno a recogerlos es que se los coja un museo. El Museo de Historia Natural de París hace muchas expediciones. Lo que quieren es que les estudien el material que tienen y aquí estoy yo para ayudarles desde hace muchos años.
-¿Aún se encuentran sorpresas?
-Desde que empezó Linneo con 700 moluscos, se conocen más de 400.000. En grandes profundidades en el Pacífico nadie exploró nunca nada, pero ahora sí y aparecen novedades.
-¿Cuál es el molusco de su vida?
-Lo que a uno de gusta cuando se dedica a esto es encontrar los desconocidos, que como son nuevos, los describes y les pones nombre. Ese es el mejor, hasta que llega el siguiente. De esos que he descubierto, descrito y dado nombre, debo de andar por los 1.470 o así. Y es muy difícil escoger cuál fue el más interesante. Yo ahora trabajo sobre cosas muy pequeñas. Son bonitas. Pues si las amplías dos mil veces ¡son espectaculares!
-Incluso debe ser difícil inventar 1.470 nombres...
-No. Te fijas en la forma o se los dedicas a otros investigadores, al barco que los recogió, al lugar donde fueron recolectados...
-¿Y el nombre de Vigo se lo puso a alguno?
-Sí, lo hice. Una vez encontramos en Vigo uno que no encajaba con lo que había en la zona y le llamamos Onoba vigoensis.
Su propia colección de más de cinco millones de piezas está en Santiago
Rolán fue jefe de Pediatría en el Instituto Social de la Marina más de una década y en Povisa más de dos. Compaginó su trabajo con expediciones planetarias (más de 60 viajes a unos 40 países) a la búsqueda de moluscos, sobre todo los más pequeños. Se doctoró en Biología en 1992 y su constancia lo convirtió en autoridad mundial. Los ejemplares que sigue estudiando los envía, tras clasificarlos, a las instituciones que se los remiten. Su propia colección (más de 5 millones de piezas) la donó hace años a la Universidad de Santiago tras ofrecerla al Museo do Mar de Galicia en Vigo, que declinó la oferta «cuando entró en el proyecto Zona Franca», recuerda. Su hijo Emilio heredó su pasión. Es catedrático de Genética en la Universidad de Vigo, especialista en genética de moluscos.