Malo será que a mí me pase

Federico Martinón TRIBUNA

SOCIEDAD

20 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El niño de Olot con difteria que murió hace casi un par de años, la niña de Manresa con meningitis C de hace unas semanas, la chica portuguesa con sarampión de ayer… Todos estos casos tienen en común tres cosas: no deberían haber muerto, tuvieron enfermedades que no deberían verse ya, y sus padres decidieron no vacunarles.

Morirse siempre es malo, pero hacerlo de algo que se puede evitar ni siquiera permite hacer un duelo adecuado. Y en estas circunstancias no creo que un padre que pierde a su hijo por no haberlo vacunado pueda encontrar la paz. Pero lo que realmente me apena es la víctima inocente, que no tuvo opción de elegir y que murió por las «creencias» de esos padres, no importa cuán bien intencionadas puedan llegar a ser. Me pasma la hipocresía y el inmovilismo social, profesional y hasta legal con el que se maneja el tema de la vacunación.

Y habrá quien, aprovechando el cadáver de la chica portuguesa, reabra el debate de la vacunación sí o no. Moral, intelectual y científicamente sería como si al hilo de una muerte por maltrato infantil se reabriese el debate de si es bueno o no pegar a los niños. Sobran las palabras y los debates.

Si, además, el energúmeno que plantea este tipo de discusiones es un profesional sanitario, sería como si presumiese de operar sin guantes, de curar con magia homeopática, de recurrir a la astrología para conocer el momento más adecuado para realizar una operación o de estar en contra de la administración de los medicamentos.

Morir de sarampión, hoy por hoy, está reservado para aquellos que no pueden acceder a la vacuna por falta de recursos para comprarla o para aquellos a los que no les da la gana de vacunarse. No vacunarse es una decisión activa que conlleva riesgos reales. No crea que a usted o a su hijo «no le puede pasar». Pero ojo, el que no se vacuna no es equiparable al que no se pone el cinturón de seguridad, sino al que circula por el carril contrario, puesto que no solo se expone él a una posible muerte, sino que pone en riesgo a los demás.