Una conquista médica comprometida por la ignorancia

r. r. REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

XAIME RAMALLAL

Que el movimiento antivacunas pueda llegar a extenderse a España sería algo especialmente grave para enfermedades como el sarampión

20 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A comienzos del siglo XIX la viruela afectaba al 60 % de la población mundial. Era, con diferencia, la enfermedad más devastadora de la época. Y en la década de los cincuenta del pasado siglo aún se producían dos millones de casos anuales. Fue entonces cuando se promovió la vacunación masiva contra este virus. Y la estrategia funcionó hasta el punto de que la patología se dio por erradicada en 1980. Fue la primera y hasta ahora única enfermedad infecciosa que ha pasado a la historia. Si esta esta táctica funcionó, ¿por qué no se aplica por igual para otras dolencias para las que existen vacunas que funcionan? Y el sarampión es una de ellas. Es una infección hoy en día casi residual en los países desarrollados, en los que se han alcanzado tasas de inmunización por encima del 95 % de la población. Pero lejos de estar más cerca su erradicación, este objetivo está seriamente amenazado por los movimientos antivacunas que, paradójicamente, han arraigado en países avanzados como Estados Unidos y otros estados europeos, en los que se supone que los ciudadanos están más formados. Es un fenómeno que también llegó a España, como se vio en el caso del niño de Olot que murió de difteria porque sus padres no lo vacunaron, y ahora se ha repetido en Portugal. Son hechos palpables en los que se demuestra que la ciencia cura y que la ignorancia mata. 

Que el movimiento antivacunas pueda llegar a extenderse a España sería algo especialmente grave para enfermedades como el sarampión, que tiene una de las tasas de infección más altas. Un contagiado puede transmitir el virus a una media de entre 18 y 20 personas. Su nivel de penetración es diez veces más alto que el sida. Y también puede llegar a ser mortal. Por ello los especialistas insisten en la necesidad de mantener una cobertura de vacunación en torno al 95 % de la población, porcentaje que en Galicia se eleva al 98 %. Es lo que permite estar protegido tanto a los que están inmunizados como a los que no. Esta defensa es lo que ha impedido que en los últimos años se produzcan casos autóctonos de sarampión. Todos los que ha habido, incluido el reciente brote de Barcelona, con 13 infectados en marzo, tuvieron su origen en personas que vinieron del exterior.