No será por falta de decirlo

Antonio Rial TRIBUNA

SOCIEDAD

23 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A día de hoy el principal motivo de discusión con nuestros hijos ya no es el botellón, ni la hora de llegada a casa, sino el móvil. Según datos de la Fiscalía General del Estado los casos de violencia filioparental se han multiplicado por cuatro en los últimos siete años. La edad cada vez más temprana a la que los niños acceden a su primer móvil y su uso globalizado e intensivo, trae consigo problemas.

Algo aparentemente inocuo como un móvil es capaz de modificar la rutina, el estilo de vida y el día a día de nuestros hijos, que ya no saben vivir (y muchos de nosotros tampoco), desconectados de una suerte de apéndice más de su propia anatomía. Quitárselo, amputarle esa parte, llega a implicar conflictos bélico-domésticos de consecuencias incalculables. Expertos de la DCU han advertido además que el miedo a perder los privilegios tecnológicos (quedarse sin móvil), constituye el principal motivo de ocultamiento de los menores acosados en la Red.

¿Qué es preferible: sufrir acoso e intentar tirar para adelante o quedarme sin móvil quince días y recibir la bronca de mis padres? La cosa no es fácil. Por eso debemos pararnos a pensar en qué momento «decidimos» comprar un móvil a nuestros hijos pero, sobre todo, qué tipo de normas y límites habremos de establecer para que el dichoso apéndice maravilloso no se convierta en nuestro peor enemigo.