¿Es España un país más feliz de lo que dice la ONU?

Laura García del Valle
laura g. del valle REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Ed Carosía

Aunque el español se considera satisfecho, los expertos creen que debe aprender a «ocuparse en lugar de preocuparse»

22 mar 2017 . Actualizado a las 08:27 h.

Sacando pecho, los españoles se congratulan de ser felices, muy felices. Al menos es lo que dicen, según el último barómetro del CIS, el 78,8 % de los consultados. Sin embargo, la Organización de Naciones Unidas (ONU) puso el martes las cartas sobre la mesa y advirtió de que eso de ser positivos no está mal, pero que a España aún le queda mucho para alcanzar el bienestar de Noruega o Dinamarca. Y es que mientras estos países ocupan los dos primeros puestos en la lista de lugares con mayor calidad de vida, según la ONU, hasta en 33 países se vive mejor que en España. ¿Un disparate?

Según Rafael Santandreu, psicólogo y gurú de la felicidad -ha publicado varios libros respecto a este tema, entre ellos, Ser feliz en Alaska-, no hay que obsesionarse con la idea de estar a la cabeza en este tipo de listas, «ya que son un arma de doble filo», afirma. «Por un lado la prosperidad económica de estos países te concede muchas opciones vitales, pero también es una maldición porque solemos convertir esas opciones en súper exigencias y, al final, acabamos agobiados y estresados por todo ello: ser delgado, tener un gran trabajo, tener pareja...», explica.

Según este experto, España tiene como asignatura pendiente «implementar la educación emocional». Con esto, Santandreu quiere decir que los españoles tienen que aprender «a ocuparse en lugar de preocuparse, a tener una escala de valores donde lo esencial sea amar a los demás en lugar de conseguir cosas, igual que conseguir un pensamiento independiente». Para el catedrático de Socioloxía de la UDC Antonio Izquierdo, otro de los problemas que impiden que España avance hacia una sociedad de bienestar pleno es que «aquí vamos a caballo entre la tradición y la modernidad. En los países nórdicos, en cambio, tienen una sociedad más homogénea. Además, en España hay un porcentaje muy elevado de gente que está desenganchada de la sociedad: hay demasiada gente que no estudia, que no cobra, que no vota... y eso pasa factura a la hora de hacer una medición global de la felicidad».

Si se habla de un análisis individual es posible que los españoles, «con personalidades latinas», como apunta la psicóloga clínica Delia Guitián, salgan favorecidos. De hecho, son los nórdicos los que, de manera regular, tienen una tasa más elevada de suicidios. «La felicidad es un estado subjetivo de bienestar, por eso más bien hay que decir que lo que valoran estos estudios es la calidad de vida». Otro trabajo que periódicamente mide estos parámetros, en este caso entre 35 países, es el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

A tenor de lo que sentencia este informe, los españoles aún tienen motivos para confiar en que su felicidad no era una ilusión fruto de las horas de sol, el desparpajo y ese saber disfrutar de la vida que, muchos creen, es la envidia del resto de Europa. «La confianza en otras personas es un componente importante del capital social y en España la confianza en otros es superior que el promedio de los países europeos», explican en este informe. Además, España se clasifica también en este estudio en el extremo superior de la OCDE en cuanto a la satisfacción que perciben los niños de su vida, que tienen la puntuación más alta de los países de la OCDE». También puntúa alto en esperanza de vida -83,2 años- y en disfrute del tiempo libre, donde al parecer, no se escatima, ya que España tiene también las cifras más altas en este aspecto de esta comunidad. Si a esto se le suma «el estilo de vida saludable» que, según Santandreu, «todavía se mantiene en muchas ciudades y pueblos de España, donde la gente se conoce, ayuda y vive en contacto con la naturaleza», se puede decir que el puesto 34 que le ha otorgado la ONU a España no está tan mal. A pesar de que, como decía Kant, la felicidad no es un deseo o una alegría, sino un deber.