Adiós a Consuelo, la pandereteira de 107 años

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO

SOCIEDAD

Ana Garcia

Hace un año acudió por primera vez a un hospital para operarse la cadera, y fue un éxito

16 mar 2017 . Actualizado a las 12:08 h.

Consuelo Ternande Taboada falleció ayer en su casa de Canduas, Cabana, a los 107 años, cumplidos en diciembre. Era la segunda persona más anciana de la Costa da Morte (la mayor, de 112, también lo es de Galicia) y miembro del grupo de mayor longevidad de Galicia. «A vela apagouse, non podía ser eterna, dende o martes de entroido xa se puxo algo mal, e foise sen dor», señalaba ayer Elena, su nieta. «Cando fixo os 100, pediu chegar aos 106, e tivo un de regalo», añadió. Llegar a los 107 no es, hoy en día, algo excepcional como hace 10 o 15 años, pero sí hacerlo con la fortaleza y lucidez que exhibía Consuelo. A los 106 la operaron de la cadera y se recuperó muy bien, aunque tuvo que empezar a usar una silla que antes ignoraba. La mandaron a casa tan rápido por lo bien que salió todo que en el hospital coruñés estaban impresionados. Además, tocaba la pandereta, sabía infinidad de canciones populares, en los mejores años bailaba la música tradicional, e inoculó el amor por la música tradicional a familiares, amigos y vecinos durante más de medio siglo.

Consuelo Ternande (con ella también se va uno de los escasos apellidos característicos que quedan en esta zona de Bergantiños) tuvo dos hijos, ambos fallecidos; cinco nietos y otros tantos bisnietos. Llevaba 27 años viuda. Apenas pisó la consulta de un médico. De hecho, la primera vez que acudió en serio fue a los 106 para lo de la cadera. Leía perfectamente el periódico y las revistas hasta hace muy poco.

Era simpática, de conversación muy amena. De esas personas cuya primera impresión es que parece imposible que pasen de los 100 años, aunque ya quedasen tan atrás.

El entierro será esta tarde a las 18.00 horas en el cementerio de Canduas, en Cabana (el velatorio es en el tanatorio San Antonio de Ponteceso), no muy lejos de su casa, desde la que se apreciaba una de las mejores vistas de la Costa da Morte, sobre la ría que forma la ensenada en plena desembocadura del Anllóns, el río que muere a sus pies.