Las tres vidas de José Otero Gómez

Á. M. Castiñeira REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Un consejo de guerra por un hurto en el Arsenal de Ferrol trunca la carrera de un sargento. Logra salir de la cárcel y es condecorado en Cuba, pero acaba en la miseria

18 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La de José Otero Gómez es una de esas vidas que la historia se traga inmisericorde. Su biografía, un puzle cuya primera pieza es un consejo de guerra que acaba en condena: «Ha ingresado en la cárcel de Ferrol José Otero Gómez, sargento segundo del Depósito de Infantería de Marina, de veintiocho años de edad, casado, sin hijos, natural de Fonfría (Lugo), con instrucción y de buena conducta. Fué sentenciado á 24 años de presidio por tres delitos de hurto, cometidos en el Arsenal en el mes de Septiembre del año de 1889. Su ingreso en dicho establecimiento es en calidad de rematado, en espera de destino». Otero, abocado a consumirse tras los barrotes, ocupa su tiempo en enmendarse.

Tras ser trasladado a la prisión de A Coruña, envía al Ayuntamiento de Vigo «sellos por valor de 45 céntimos con destino á la suscripción para erigir [...] un mausoleo que guarde los restos de la señora de Arenal», porque «en todas las prisiones -dice- después de Dios se venera de una manera admirable á la ilustre escritora gallega D.ª Concepción Arenal». Durante una reunión de la comisión municipal que se encarga de la erección del monumento en Pereiró, el nuevo cementerio de la ciudad, el alcalde formula una propuesta: «Pidamos á S. M. la Reina y á su augusto hijo D. Alfonso XIII, por mediación de la eximia escritora D.ª Emilia Pardo Bazán, el indulto del preso». Se aprueba por unanimidad.

El 4 de marzo de 1894 La Voz publica un intercambio epistolar entre el soldado y convictos de Melilla. «Siendo yo sargento de Infantería de Marina, no me hacía permanecer ajeno á los sucesos ocurridos en África [...], llegando mi corazón al extremo de latir emocionadísimo por no poder yo compartir las fatigas de la guerra con nuestros soldados del Ejército de operaciones y con los penados recluidos en aquel punto, como lo he solicitado á raíz de aquellos sucesos». 

Combatiente en el Rif

Sus correspondientes son medio centenar de hombres «que pertenecieron a la Guerrilla de la Muerte», un contingente reclutado por el capitán Ariza entre la población reclusa, a los que a cambio de su participación en la primera guerra del Rif se les promete el indulto.

Parece que por la cabeza de Otero ronda la idea de emularlos, lo que confirma el periódico meses más tarde: «Por haberse accedido á sus deseos peleó bravamente al lado de nuestros soldados». Tras la contienda, nada hay de un perdón. Su destino definitivo es el penal santanderino de Santoña, desde donde escribe varias veces a La Voz. Entre tanto, estalla la guerra en Cuba, buena ocasión para jugárselo todo de nuevo por ser libre.

Así lo cuenta el periódico en julio de 1896: «Otero se distinguió siempre por su buen comportamiento en la prisión, desde donde escribió sentidas cartas á la prensa, acompañando los modestos donativos que le permitían sus recursos para la creación del Sanatorio de Santander y para la estátua de la ilustre escritora gallega Concepción Arenal. Desde Santoña solicitó permiso para ir á Cuba á pelear en defensa de la integridad de la patria, siéndole concedido [...]. Llegó á Cuba en Noviembre de 1895, y fue destinado al batallón de Galicia [...], donde prestó valiosos servicios, habiendo asistido á las acciones de Amparo, Sociedad, San Valentín, Salvador, Serra, Laberinto, Malpáez, Capitolio y otras. En la última [...] recibió una herida en la pierna derecha».

El 2 de abril siguiente aparece en la lista de heridos que vuelven de la Gran Antilla a bordo del Alfonso XIII. Y el día 7 parte «en el vapor de Ferrol». Es la última noticia sobre él en la prensa. 

Dos cruces del Mérito Militar

En el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra su nombre figura en dos ocasiones entre los distinguidos con la Cruz de Plata del Mérito Militar con distintivo rojo. Sin embargo, a su llegada a Galicia está en la miseria, «hasta el punto de no haber podido adquirir las insignias [...] con que ha sido premiado», explica La Voz el día que arriba a A Coruña el Alfonso XIII. La misma publicación recoge en 1900 su petición de «hospitalidad» gratuita en un centro militar y la denegación de la solicitud. Y un artículo en la Revista de Sanidad Militar describe su grave lesión y una intervención quirúrgica a la que es sometido. «Este individuo fué propuesto para el retiro», concluye.