Primer contacto con la cocaína en Galicia: a los 15 años en el botellón

maría cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

PACO RODRÍGUEZ

Los expertos denuncian el peligro que supone llevar a los hijos a consumir alcohol

05 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«El porcentaje de drogas duras -cocaína o anfetaminas- que consumen los adolescentes gallegos es muy bajo, pero lo lamentable es que empiezan a probarlas a edades cada vez más tempranas». El profesor de Psicología Social de la Universidade de Santiago (USC) Antonio Rial Boubeta advierte de un fenómeno inherente a los botellones o macrofiestas, donde el consumo de alcohol acaba por desinhibir a los adolescentes llevándolos a probar otro tipo de drogas. O lo que también es preocupante: practicar sexo inseguro o subirse a un coche con alguien que ha bebido.

Un estudio realizado por la Unidad de Psicoloxía del Consumidor y Usuario de la USC presentado durante una jornada sobre prevención del consumo de drogas en adolescentes que tuvo lugar el viernes en Santiago muestra cómo, por ejemplo, los jóvenes gallegos consumen cocaína por primera vez a los 15 años en el botellón. Con todo, las cifras recogidas por el estudio muestran que son un 1,2 % de los hombres adolescentes de entre 12 y 18 años los que la toman, porcentaje que cae hasta el 0,7 % en el caso de las mujeres de esa misma edad.

«El primer contacto con los diferentes tipos de drogas va por etapas. Empiezan a beber a los 13 años y medio; el primer porro llega unos meses más tarde, la primera borrachera a los 14 y medio, el contacto con la cocaína a los 15 y la anfetamina o los alucinógenos a los 15 y medio», dice este experto.

Por eso, controlar el fenómeno del botellón es a su juicio fundamental para frenar ese tipo de conductas. «No hay que olvidar que en los últimos cinco años cada vez hay menos botellones debido a las normativas municipales que los concellos han ido aprobando al respecto, pero es verdad que un 98,6 % de los chavales que van a esas reuniones beben. Lo extraño es que no haya más casos como el de Madrid o que más gente acabe ingresada en el hospital por coma etílico», explica. 

«Prevención ambiental»

Además, apoya algo que explicó en la jornada del viernes el director científico de prevención del Observatorio Europeo de Drogas, Gregor Burkhart. Es que para atajar ese tipo de hábitos tan enraizados en nuestra sociedad es fundamental realizar «una prevención ambiental» del fenómeno e implicar a los padres en la lucha contra el consumo de alcohol. «Hay muchos padres que van a llevar o incluso recogen luego a sus hijos ahí, pero no entienden que lo que hacen es llevarlos a un lugar donde consumen alcohol», dice el experto de la USC.

Burkhart se refirió a la prevención ambiental como el hecho de activar políticas o regulaciones dirigidas a poner coto esos hábitos que apuntalan en la sociedad las series, las películas o los hábitos de esos adultos que continúan interpretando el beber alcohol como una fórmula de relacionarse y pasarlo bien y que empujan a los adolescentes a beber. Controlar ese tipo de cosas, coinciden ambos expertos, resulta fundamental para avanzar en la prevención, sobre todo en jóvenes cuya personalidad todavía no está desarrollada. «Hay que establecer medidas legales, pero también aplicarlas», dice Rial Boubeta.

Pero también es fundamental, a su juicio, que los padres pongan límites. «No es lo mismo volver a la casa a las seis de la mañana que a las dos o a las doce de la noche», apunta.

El último punto que los expertos advierten que hay que cuidar es ver qué pasa por la mente de un adolescente para llevarlo a beber un número elevado de copas capaces de hacerle perder el control. «De las tres patas fundamentales para frenar el consumo -prevención ambiental, implicación paterna y analizar la mente del adolescente-, la tercera es a la que se le da menor importancia», concluyen. Porque el problema está en la sociedad.