Cuando salí de Cuba

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado ESCRITOR Y PERIODISTA

SOCIEDAD

Ed

En casa teníamos el disco de 45 rpm con ese éxito de 1967 de Luis Aguilé. Mi padre se la sabía y la cantaba en la mesa los días del santo de mi abuelo

03 dic 2016 . Actualizado a las 18:36 h.

El domingo pasado me tocó escribir el obituario de Fidel Castro -en estas mismas páginas-. En él mencionaba la canción Cuando salí de Cuba. Y desde el momento en que lo escribí, empecé a tararearla mentalmente. Hasta hoy.

En casa teníamos el disco de 45 rpm con ese éxito de 1967 de Luis Aguilé. Mi padre se la sabía y la cantaba en la mesa los días del santo de mi abuelo. Mi abuela se conmovía y luego empezaba a despotricar contra Fidel Castro, que nos había quitado «as casas que tiñamos en Cuba». Mi bisabuelo, efectivamente, había hecho fortuna allá -murió en el barco, en un viaje, no recuerdo si de ida o de vuelta-. Por otra parte, mi hermano tenía un póster del Che Guevara en nuestra habitación -el famoso retrato de Korda-, que era lo último que veía al dormirme cada noche. Así que desde pequeño estuve expuesto a los dos puntos de vista de aquella historia: el del Che y el de Luis Aguilé.

No conocí al Che, pero sí pude charlar en una ocasión con Luis Aguilé. Trabajaba yo entonces como guionista en un programa musical de la televisión gallega que dirigía el gran Suso Iglesias. Y se nos ocurrió traer a Aguilé, que entonces estaba ya en franca retirada. Suso había quedado para comer con él y me animó a que me sumase.

Cuando apareció Aguilé vimos que no llevaba puesta una de aquellas corbatas anchas de colores chillones por las que era famoso, pero traía una envuelta en plástico para regalársela a Suso. Se la entregó como si cumpliese con un ritual del que estaba ya un poco cansado. «Ya saben, mis corbatas…», dijo, con un tono de complicidad melancólica -viajaba con una maleta llena de ellas-. «Le hubiese traído a usted otra», me dijo, verdaderamente contrariado, «pero no sabía que iban a ser dos».

Le gustaba hablar -algo no del todo inesperado en un argentino-. Nos contó su vida, desde sus comienzos haciendo radio con quince años a su época de cantante en La Habana. Le pregunté por Cuando salí de Cuba y nos confesó que la había compuesto en un cuarto de hora escaso. Busqué confirmación del rumor de que se la había inspirado una novia de Fidel Castro y declinó comentar, pero a cambio nos contó cómo había conocido al Che Guevara.

El caso es que Aguilé quería irse de la isla pero, como a todos los residentes, le habían bloqueado las cuentas. Entonces se dio de bruces en el ascensor del Hotel Riviera con el Che. Mientras el ascensor subía al bar de la terraza, el Che le dijo que no se preocupase, porque le gustaba mucho su música y a él le acababan de nombrar presidente del Banco Nacional. Al final, le dejó que se llevase una parte («un diez por ciento de lo que tenía»).

Mientras se lo oía contar, pensaba que hubiese dado algo por poder presenciar ese momento: una conversación entre Luis Aguilé y Ernesto Che Guevara. El autor de Apuntes críticos de economía política y el autor de Es una lata, el trabajar. El cantante camp y el guerrillero chic. Los dos, nómadas. Los dos, argentinos. En un ascensor. Me imaginaba a Aguilé dándole una de sus famosas corbatas al Che, y que este se la ponía, en la soledad de su habitación de hotel, por hacer la broma. Y me acordé de mi abuela.

Volví a ver a Luis Aguilé por casualidad unos años después, en un recital de poesía en Madrid. Le saludé pensando que no se acordaría, pero se acordaba. «Tenía que haber llevado otra corbata para usted», me volvió a decir, «pero no sabía que iban a ser dos». Le volví a repetir que no importaba. Y nada más. Cuando salí de Cuba comienza con la frase: «Nunca podré morirme». Pero no era verdad, nunca lo es. Murió al poco tiempo, en Madrid. Y yo sigo teniendo la canción en la cabeza.