Batas, pijamas y camisones de la primera etapa de Amancio Ortega

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

IÑAKI GRILO / IAGO GARCÍA

Los dueños de una tienda de Vigo guardan una decena de prendas de Goa, el germen de Inditex

23 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las sacudidas telúricas suelen dejar a la vista riquezas ocultas. El aireo de telas, también. Las mercerías y aquellas tiendas de ropa -para señora, caballero y niño- que antes venían precedidas del nombre Tejidos y Confecciones, son la auténtica cueva del tesoro donde se ocultan las joyas de la prehistoria de Zara. Los tenderos de los comercios gallegos más antiguos están por comprarse un salacot, pico y pala, para ponerse a la faena y despejar de sus locales las montañas de textil en desuso que han ido acumulando en estratos. El sedimento en capas de los años 60 tiene colores vivos y textura de Terlenka, un material que hizo furor en la época y que usaban habitualmente en las prendas que fabricaba la primera empresa de Amancio Ortega y Rosalía Mera bajo el nombre de Goa.

La aparición, la semana pasada, de un par de batas en el almacén de una mercería de Boiro, ha abierto la veda. Y en Vigo también han salido a la luz más modelos. «Entre diez y quince prendas», calcula Adelaida Vaqueiro, que sigue al frente del negocio que abrió hace 42 años con su marido, Carlos Estévez, ya jubilado. Allí, en la Travesía de Vigo, 135, es donde se localizan los nuevos restos arqueológicos y a juzgar por la acumulación de prendas, no se descarta que puedan aparecer también el arca perdida detrás de una partida de fajas Soras y los esquijamas Jim que volvían loco a cualquier vulcaniano.

Fue una de las dos hijas del matrimonio, María, que es auxiliar de clínica veterinaria, la que espoleó a sus padres para que buscaran en el garaje donde van estibando en cajas la ropa que queda desfasada. «Yo sabía que teníamos algo, seguro, y no tardamos en dar con ellas», cuenta Adelaida. En un pispás encontraron cuatro batas de invierno con diferentes cortes y en colores verde, marrón, blanco y rojo, varios pijamas de niña y de mujer y batas de verano de mujer.

Se refiere a ropa nueva, sin estrenar y guardada en sus cajas originales con las etiquetas y precios del momento (1.885 pesetas una bata y 400 pesetas un camisón, por ejemplo), porque en la familia, las batas Goa se usaron y se siguen usando. La propia María asegura que tiene una Goa blanca de verano desde hace más de una década y sigue poniéndosela. Y su madre también utiliza otra que no hay manera de que se aje. «Se vendían muy bien porque eran bonitas, estaban hechas de un material muy bueno y tenían un precio asequible», razona.

La pareja no sabe qué hará con el hallazgo. «Me gustaría quedarme con algo de recuerdo y con el resto, ya veremos», indica la mujer, a la espera de acontecimiento. «Creo que Amancio Ortega estaba interesado en recuperar parte de su historia y podemos hablarlo», comenta él, no sin pena, ya que es un coleccionista de libro al que casi se le saltan las lágrimas al recordar cómo un hermano suyo fue regalando su colección de piezas de cuarzo sin su permiso. Al hombre le cautivan decenas de objetos, y a algunos les da salida en el escaparate de la tienda, como unas máquinas de sulfatar del año de la pera que en este momento exhibe tras las lunas. Carlos es famoso en el barrio porque también monta un belén de traca y es uno de los miembros más activos de la comparsa de carnaval de la Travesía, así que no le duelen prendas en calzarse la bata verde de señora, que, según su mujer, ya vino del comercio de su suegra, que también tuvo tienda en el barrio de Teis y les pasó material al cerrar.