«Las oportunidades hay que currárselas»

Rita Álvarez Tudela LONDRES

SOCIEDAD

Rita Alvarez Tudela

Jesús Ledo, que llegó a Londres en 1967, tiene un taller con seis trabajadores

03 oct 2016 . Actualizado a las 09:17 h.

Jesús Ledo Álvarez llegó a Londres en 1967. La recuerda como una ciudad hostil, en la que había que entrar con un contrato de trabajo. La mayoría de los que llegaban, lo hacían para trabajar en labores domésticas y en hoteles. «Veníamos de zonas pobres y con pocos estudios, sobre todo de Galicia y Andalucía», comenta. Además, no tenían conocimiento alguno de inglés. Era un país estricto con los extranjeros. De hecho, todos tenían un cuaderno de unas 20 hojas, que Ledo compara con el antiguo libro militar español, en el que quedaban recogidas todas las direcciones y trabajos que desempeñaban. «Cada cambio quedaba ahí anotado, si no eras muy estable, sabías que te podía perjudicar a la hora de renovar el permiso en el Ministerio del Interior», deja claro.

Un sistema al que ahora algunos son partidarios de volver, con la victoria del Brexit en el referendo del 23 de junio. Dicho de otra manera, buscan implantar una política migratoria similar al de puntos vigente en Australia. «Espero que no, tienen mucho que perder», comenta Ledo, para quien la inmigración europea no es un problema, pues la mayoría son jóvenes, trabajando de una cosa y otra, y con buena solución. Un perfil que ve totalmente diferente en el de los británicos que viven en España.

Al llegar, a Ledo le enseñaron a moverse por la zona, de una esquina a otra, pero recuerda que no había móviles ni aplicaciones para saber qué autobús o metro era mejor usar. Pronto pasó a ser uno de los veteranos y a ayudar a un familiar en una agencia de trabajo. Se acuerda de ser un crío y enseñar a todos los recién llegados cuatro o cinco veces el mismo itinerario para que no se perdiesen. 

Sueldos más bajos

En los 60 y los 70, explica como había una demanda tremenda de trabajo y buenos salarios, pero lamenta que ahora los sueldos hayan bajado para el nivel de vida y el alto precio de la vivienda. De ello culpa directamente a la falta de un proyecto de estado para potenciar la residencia civil en los últimos 30 años. Una situación que califica como «la parte oscura de la ciudad, a la que se suma el lavado de dinero que se produce en el mercado de la vivienda de lujo». Ledo hizo un curso de formación profesional de técnico de ingeniería de coches, pero la mayoría lo aprendió de la mano de un judío del noreste de la ciudad que tenía tres talleres. Empezó lavando y dando cera a los coches, pero a los 22 años se convirtió en el gerente. Lejos de quedarse en el puesto, decidió hacerse autónomo y ser su propio jefe. «Aquí no hay nada gratis, hay que currárselo, pero ser autónomo es muy fácil», puntualiza. Cree que eso se debe a que «el Gobierno te ve como alguien que quiere trabajar y te pide las cuentas al final del año».

Un día, leyendo el periódico gratuito Evening Standard, el que reparten cada tarde en el metro, vio un anuncio de un alquiler del que terminó convirtiéndose en su taller. Junto a su socio, ahora dan empleo a otras seis personas. ¿El secreto? Apunta a jornadas de trabajo de doce horas, pues no sabe de otra forma para conseguirlo. 

La famiilia, dispersa

Natural de Salvaterra de Miño, a su mujer la conoció en los bailes del Centro Gallego en Londres. Durante años iban juntos a la romería que se celebraba en Reading, en la que hubo ediciones de contar hasta 20 autobuses llegados desde Manchester y otras ciudades de la geografía británica. Ahora, con la hija viviendo en Australia y el hijo trabajando en Londres, compara la inmigración «con un escorpión», en el que el fin de la cola es el veneno, puesto que nunca tendrá a su familia reunida.