Suzuki VanVan 200, la «fun bike»

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

ÁLEX LÓPEZ-BENITO

La marca japonesa está teniendo un gran éxito con este modelo nacido en los años 70

28 sep 2016 . Actualizado a las 13:24 h.

«No corre, no frena, no se la pierdan». Este podría ser el titular de la Suzuki VanVan, a imitación del que puso The New York Times cuando Lola Flores actuó por primera vez en la ciudad de los rascacielos («no canta, no baila, no se la pierdan»). Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien con una moto, por algo a la VanVan la llaman fun bike, o sea, una moto-diversión. El concepto surgió en los años 70 para identificar a un tipo de motos con grandes ruedas de balón, potencia limitada y manillar sobreelevado que permitían una postura erguida y cómoda. Se pusieron de moda en las zonas de playa y se convirtieron en un icono entre surferos, como las míticas caravanas Volkswagen.

La VanVan nació en 1975 (originalmente se llamaba RV 125 Tracker) y, tras cesar su producción a principios de los 80, Suzuki la resucitó con el nuevo siglo. En el 2007 le puso inyección y lanzó la versión actual, en 125 centímetros cúbicos, que ha resultado ser todo un éxito apoyada en toda la onda vintage tan en boga últimamente. Ahora sube la cilindrada hasta los 200 cc. Y consigue una moto todavía más polivalente, ya que rinde 15 caballos, tres más que su hermana pequeña.

Estéticamente es igual al modelo de 125, aunque ha desaparecido la práctica parrilla portaobjetos trasera. En su lugar hay una pequeña cartera de cordura con las mínimas herramientas, una tentación para los amigos de lo ajeno. Una pena, porque en esta moto no hay ningún hueco para dejar cosas, así que toca llevar una mochila sí o sí.

La imagen de la VanVan es uno de sus puntos fuertes y es que no se parece a ninguna moto clásica de las que hay actualmente en el mercado. El depósito, estrechísimo, se mete debajo de un asiento sobredimensionado, y el enorme donut trasero montado en llanta de 14 contrasta con la rueda delantera de 18. Los guardabarros planos, el faro redondo y algunos cromados completan el conjunto.

Nos ponemos en marcha y al instante notamos el borboteo del escape, un bob-bop discreto y que nos gusta tanto que lo buscamos conscientemente circulando en marchas largas. La sensación es de libertad total: las rodillas van "sueltas" (imposible abrazar un depósito tan estrecho), y vamos sentados como si fuera el sofá de casa. El ancho manillar permite un guiado perfecto de la dirección delantera, aunque las dimensiones del neumático trasero limitan un poco a la hora de meterla en curva.

Las vibraciones del monocilíndrico son contenidas (quien quiera una lavadora centrifugando que se monte en una Royal Enfield Bullet) y no se transmiten al cuerpo al quedar completamente amortiguadas debido al perfil de la rueda trasera y al grueso mullido del asiento. El cambio es de cinco velocidades, aunque en la práctica son cuatro porque la primera no sirve más que para iniciar la marcha. Son marchas largas, ideal para no tener que andar pisando la palanca continuamente, y suficientes para una moto que ni cuesta abajo coge los 120 kilómetros por hora.

La locura llega cuando ves una pista o un camino y te adentras en ella sin pestañear, porque la baja altura y el neumático de dibujo mixto te dan una seguridad tremenda. Y uno, que no se atreve a meterse por lo marrón con una trail, se encuentra como pez en el agua con esta VanVan, que además sabes que no te va a dar sustos con el puño. Se come todas las piedras y los baches y permite "hacer el cabra" sin peligro ninguno.

Los frenos, un disco delantero y de tambor atrás, son suficientes para una moto que pesa solo 128 kilos. No tienen mordiente, pero combinados van bien para las prestaciones que da la VanVan. En cuanto a la autonomía, está limitada por el pequeño tamaño del depósito (6,5 litros) y la reserva se enciende después de haber recorrido unos 150 kilómetros. A mejorar también el testigo de la gasolina (es un simple indicador luminoso), que no se ve bien con la luz del sol.

Por 4.299 euros, la Suzuki VanVan 200 es una alternativa distinta a un escúter urbano (aunque sin capacidad de carga) y que permite un uso suave fuera del asfalto. Ya puestos, podían haberle doblado la cilindrada de su hermana y darle un poco más de punch al motor, pero entonces perdería su filosofía de fun bike.