Adopciones rusas con dramas ocultos

Ana Lorenzo Fernández
ANA LORENZO A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

M.MORALEJO

Cataluña se ha planteado suspenderlas por los casos de síndrome alcohólico fetal; una madre gallega cuenta su experiencia: «Con el paso del tiempo, ves que el niño no avanza»

21 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las facilidades para poder adoptar un hijo fuera de España hicieron que entre el 2004 y el 2007 el país recibiera a unos 20.000 niños procedentes de otros países. Rusia, China y Etiopía eran algunos de los lugares de procedencia de muchos de estos menores, la mayoría de los cuales estaban ingresados en orfanatos o centros de acogida que no contaban con datos fiables sobre sus progenitores o sobre las circunstancias en las que se habían producido el embarazo y el parto.

Esta situación ha derivado en un problema mucho mayor para algunos padres adoptivos que trajeron a sus hijos de Rusia y que llevan años intentando explicar los problemas neuropsicológicos que afectan a la conducta de los niños (algunos ya adolescentes), a las dificultades de aprendizaje, así como los episodios epilépticos o la pérdida de peso continuo. Todos estos síntomas se corresponden realmente con el síndrome alcohólico fetal (SAF) que se produce por la ingesta de alcohol (etanol) durante el embarazo, y que puede tener mayor o menor afectación dependiendo de la cantidad consumida, haciendo una distinción entre el SAF (síndrome alcohólico fetal) y el EAF (efectos alcoholismo fetal).

La gallega L. P. fue una de esas madres que hace diez años adoptó a un niño en Rusia. «En aquel entonces fue cuando se produjo todo el bum de las adopciones internacionales, y nos vendieron que los informes médicos estaban un poco hinchados para que sacáramos a los niños de los orfanatos. Aunque en su momento algunas personas sospecharon que algunos niños podrían venir enfermos, se tiró para adelante», apuntó. La mayoría de los bebés que llegaron entonces eran menores de dos años. Algunos venían con poco peso, otros eran prematuros y los más mayores habían desarrollado serias carencias afectivas tras haber sido abandonados en centros de acogida, por lo que todos los padres consideraban normal que hubiese ciertas dificultades de integración.

«Con el paso de del tiempo empezamos a ver que el niño no avanzaba en la etapa de infantil, y muchos de ellos no se adaptaban socialmente y tenían problemas para integrarse en grupos. Empiezas a ir a los pediatras, a los médicos, logopedas y demás especialistas y nadie te sabe dar una solución», recuerda L. P., que también reconoce que muchos expertos acaban asociando los rasgos antisociales de estos menores con algún trastorno vinculado al TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad).

Cansada de buscar explicaciones médicas sin que ninguna la convenciera, descubrió que la suya no era la única familia que sufría este problema, sino que había más con niños adoptados en Rusia que estaban atravesando por las mismas dificultades. En Cataluña, comunidad que acogió a la mayor parte de bebés procedentes de países de la antigua Unión Soviética, fue donde comenzaron a tomar conciencia de la situación y a través de la asociación Afasaf (Asociación de Familias Afectadas por el Síndrome Alcohólico Fetal) y de las unidades especiales creadas en el Hospital del Mar y en el Vall d’Hebron, se puso en marcha un programa de actuación.

Hasta allí se marcharon esta madre gallega y su hijo para someter al pequeño a toda una serie de análisis y revisiones, que confirmaron el diagnóstico que ya se temía L. P.: que el menor sufría el síndrome alcohólico fetal (SAF). «Ahora ha pasado a formar parte de un estudio que están realizando estos especialistas y que analiza un montón de parámetros», apuntó L. P., que también recordó que en el Parlamento catalán todos los partidos aprobaron por unanimidad una propuesta para reconocer este síndrome como una «enfermedad crónica». El tema llegó a tener tal trascendencia que incluso la consejera de Sanidad catalana, Dolors Bassa, planteó la posibilidad de prohibir las adopciones en Rusia, algo que rechazaron tajantemente las asociaciones especializadas en adopción, que han reconocido la incidencia de la enfermedad, pero que consideran también que la medida de Cataluña es alarmista.

Los afectados piden que el Gobierno central preste asistencia a las familias. «El principal problema es que, aunque sea una enfermedad diagnosticada, no es reconocida ni conocida, por lo que muchos educadores y médicos confunden lo que es síndrome general con los trastornos asociados», afirma Teresa Núñez, presidenta de Afasaf, que apunta que los niños necesitan tratamiento médico y terapéutico, lo que se traduce en unos gastos mensuales de unos 1.000 euros. Tanto ella como L. P. consideran que hay que difundir el problema para ayudar a aquellas familias cuyos hijos adoptivos pueden sufrir este trastorno y no lo saben.