Lo que más me gusta del final del verano es que el pueblo se queda vacío y te puedes tomar tranquilamente una caña en una terraza sin nadie que te moleste y? «Mamá, ¿por qué tienes la barriga tan grande?». (Ya empezamos) «Porque tuve dos hijos, tú y tu hermanita». «¿Y por qué te quedó así? ¿Se olvidaron otro bebé dentro?» «No, cuando tienes hijos se te queda así y punto». «¿Porque papá sopló muy fuerte para meterte a los bebés dentro?» Buena forma de explicarlo. «¿Por qué papá y el abuelo tienen la barriga tan grande? ¿Cuántos hijos tuvieron?» «Ninguno». «¿Entonces yo no soy hijo de papá?» «Sí, Roque, pero estuviste en mi barriga y no en la de papá». «¿Y por qué tú tienes las tetas más grandes que papá y papá la barriga más grande que tú?» «Para que comieras, porque somos mamíferos». (Esto se me está yendo de las manos. El camarero ha puesto la oreja en la conversación y lo estoy empezando a pasar mal). «¿Entonces las tetas solo sirven cuando tienes hijos?» «No, dice el camarero». «Sí», digo yo. «¿Y por qué las monjas tienen tetas si no tienen hijos?» «Roque, cállate ya». Cinco minutos en silencio. Vuelve al ataque. «Mamá, ¿por qué papá no tiene pelo en la cabeza y tú sí?» «Porque se le cayó». «¿Y dónde se le cayó? ¿En tus piernas?» (Mierda, se me ha olvidado hacerme la cera) «¿Por qué no te quitas los pelos de las piernas y se los ponemos a papá en la cabeza?» «Porque papá no es José Bono». «Mamá, ¿por qué se te está poniendo cara de enfadada? ¿Porque no te gusta que te haga preguntas?» «Roque, cariño, parafraseando a Su Majestad: ¿Por qué no te callas?».