Neurosis de la maternidad

inés rey ¡MADRE MÍA!

SOCIEDAD

27 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No sé si me leerá alguna madre primeriza, pero quiero decirte desde aquí que estés tranquila, que todo eso que estás pasando ya lo he vivido y tiene cura, sobre todo cuando nace tu segundo hijo. Y no me refiero a ese amor incondicional que sale de tus entrañas cuando miras al bebé, ni la sensación de responsabilidad infinita o las noches sin dormir. Me refiero a eso de lo que nadie habla por vergüenza, pero nos pasa a todos: las neurosis posparto.

Cuando nació mi hijo Roque y nos lo trajimos a casa, después de pasar un mes en la uci de neonatos, mi cuñado nos hizo el mejor regalo del mundo: un bote de desinfectante para las manos que colocamos en el recibidor. Así, cuando venía alguien a conocer al nené, se desinfectaba obligatoriamente antes de pasar al salón. ¡Estábamos protegidos de agentes bacterianos! El segundo mejor regalo fue el esterilizador. Biberones, chupetes, mordedores. Todo se esterilizaba y desinfectaba. Los juguetes pasaban control de calidad materno antes de que llegaran a sus manos, para evitar riesgos de asfixia. Llegué a quitarle los botones a todas las chaquetas por si se atragantaba con ellos, cubrí los enchufes, forré las esquinas de cada mueble, me despertaba siete veces por noche a mirar si respiraba y siempre lo bañaba con alguien en casa por si me daba una pájara y se ahogaba en la bañera.

Todo se curó cuando nació mi segunda hija y un día vi cómo ambos se intercambiaban los chupetes después de dárselos a probar al perro. Respiré profundo y recordé el consejo de mi abuela: lo que no mata, engorda. Estaba curada.