«Operar al rey me causó gran estrés»

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Juan Carlos Hidalgo

Miguel Cabanela, referencia mundial en cirugía ortopédica tras ejercer cuarenta años en la Clínica Mayo, admite que cuando intervino a Juan Carlos I le pudo la presión mediática

26 ago 2016 . Actualizado a las 08:27 h.

Humilde, buen conversador y de trato amable, su voz suave y pausada mantiene el deje gallego, pese a que pronto cumplirá cincuenta años en Estados Unidos, donde desde la Clínica Mayo se ha convertido en una de las grandes referencias mundiales de la cirugía ortopédica. Miguel Enrique Cabanela González-Seco (Mondoñedo, 1942), el médico que operó la cadera del rey Juan Carlos, no olvida sus raíces y, como cada vez que puede, regresará dentro de unos días a su Mondoñedo natal para cumplir con una de sus citas obligadas: pararse a contemplar la catedral y la estatua de su tío, el escritor Álvaro Cunqueiro. Este año también hará escala en Santiago, donde el 3 de septiembre recogerá el Grelo de Ouro concedido por la Fundación Amigos de Galicia.

-Dicen de usted que ejerce de gallego en Estados Unidos.

-No puedo decir que tenga un alma ultragallega, pero sí un gran amor a Galicia. Uno no puede olvidar sus raíces. Ahora tengo dos coches, uno con la matrícula con el nombre de Bruxo y otro con el de Galicia.

-En las habitaciones de sus pacientes también cuelga un escudo con un zueco y un paraguas sobre el que cae la lluvia. ¿Es una leyenda o es verdad?

-No, no es una leyenda. Cada médico cuelga un distintivo para identificar a sus pacientes y yo, como español, no quería un toro o una guitarra. Quería tener un paraguas, un zueco o una gaita, que identifican a Galicia. El escudo me lo diseñó mi mujer, que es vasca.

-¿No piensa a veces qué hubiera sido de usted si se hubiera quedado en Galicia después de licenciarse en Santiago?

-La vida, a veces, corre por caminos que uno no forja. Muchas veces pienso qué hubiera ocurrido si me hubiera quedado aquí, pero no me arrepiento para nada de haberme ido. Estoy contento con lo que he hecho. De lo único de que me arrepiento es de no haber dedicado más tiempo a mis dos hijos. Desde que nacieron y hasta los doce años apenas tengo recuerdos de ellos, porque me pasaba el día trabajando.

-¿Fue el pago por convertirse en una referencia mundial en su especialidad?

-No creo que sea para tanto. Aquí en España tenemos tendencia a exagerarlo todo. Es cierto que en mi campo estaba arriba de todo, pero es un área pequeña de la medicina en la que hay más posibilidades de sobresalir. Soy igual que los demás, la única diferencia es que he tenido una enorme ambición y una gran capacidad de trabajo, heredada de mis padres. En mi caso tuve la suerte de que me llamaran para operar al rey, lo que generó una gran expectación mediática. No podía andar por Madrid, porque me paraba la gente por la calle, una cosa ridícula.

-¿Fue complicada la operación?

-No, la operación al rey no era complicada, porque ya la había hecho cientos de veces, pero pasé un estrés respetable por la presión mediática que existía. Lo único que me causó más estrés fue tener que operar a compañeros de trabajo, y ya lo tuve que hacer varias veces.

-¿El rey fue un buen enfermo?

-Sí, fue bueno.

-¿Sigue en contacto con él?

-Sí. Me llamó hace tres días y me dijo: «¿Miguel, ¿estás en Bilbao?». Le dije que sí y me contestó: «Pues mañana te vienes a comer conmigo». Hablo con él con cierta frecuencia y mantengo una buena relación.

-A usted también se le reconoce su labor solidaria, porque opera de forma gratuita a pacientes de Asia, Latinoamérica y África.

-La medicina es una profesión de servicio y a mí siempre me gustó la idea de poder hacer algo por la gente que lo necesite. Trabajé toda mi vida en la Clínica Mayo, donde no tenía que preocuparme si el paciente podía pagar o no el tratamiento, pero donde no podía hacer este tipo de operaciones, así que aprovechaba las vacaciones para hacerlo. Ahora que soy consultor suplementario sin sueldo tengo más tiempo para ir a operar a Vietnam, donde he ido los últimos siete años, o a países de África y Latinoamérica. También formo a cirujanos de estos países, porque es sembrar para el futuro. Seguiré en activo toda mi vida.

-Álvaro Cunqueiro fue su padrino. ¿Qué recuerdos tiene de él?

-De pequeño iba a pasear con él y aquel hombre era una cosa increíble, tenía una erudición enorme y podía hablar de lo que fuese. Pienso que era su sobrino predilecto, aunque creo que no me perdonó que me fuera a Estados Unidos porque les tenía un poco de manía a los norteamericanos