Villarriba rivaliza contra Villarriba

SOCIEDAD

manuel

La competencia entre pueblos a la hora de organizar las fiestas es un clásico del verano

07 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Que si Villarriba hacía una paella de cincuenta metros de diámetro, la de Villabajo tenía que medir sesenta, y que si Villabajo quemaba tres toneladas de explosivos en las fiestas, Villarriba lanzaba cuatro y además los tiraba haciendo el pino. La rivalidad entre pueblos a la hora de organizar las fiestas es un clásico que va mucho más allá de las localidades que se hicieron famosas gracias a un anuncio de lavavajillas. En Galicia fue así y lo seguirá siendo a pesar de que Arzúa no vaya a reconocer nunca que a la hora de programar el festejo mire de reojo a las orquestas de Melide o que en Parga siente mal que Guitiriz se lleve a la Panorama. Acechar tras los visillos el menú de la casa de enfrente es inherente a las debilidades humanas y, cuando se puede, se tira la casa por la ventana con la única intención de que el vecino vea los muebles.

Cuando se puede, que fueron otros tiempos. Quien mejor lo sabe es Arturo Dopazo, de Pirotecnia La Goulla, en Meis. Su empresa lleva décadas surtiendo de bombas de palenque a una comarca, la de O Salnés, que no entiende las fiestas sin el ruido de las tracas, para desesperación de las sociedades animalistas o de las madres que tienen bebés. «Antes competían más, porque había dinero. Si una parroquia gastaba tanto, la de al lado venía detrás con más dinero. Pero ahora que se tienen que apretar el bolsillo, lo que más les preocupa es llevar la mejor orquesta, ya no gastan tanto en las bombas».

Sorprendentemente, las mayores rivalidades no se dan entre pueblos vecinos, sino entre las diferentes comisiones de un mismo pueblo. Es decir, Villlarriba contra Villarriba. «Hace años -recuerda Dopazo- la que más gastaba era O Sixto, porque había una competición entre las comisiones de fiestas de San Roque, San Antonio y el Carmen a ver quién echaba más bombas». La parroquia vilagarciana de O Sixto disfruta estos días del programa festivo, pero ya no es la que se lleva la palma. «La que más gasta ahora es Trabanca; el año pasado, entre 4.000 y 5.000 euros solo en bombas. No recuerdo cuántas echan, pero son muchas y todos los días», asegura el dueño de la pirotecnia de Meis.

Trabanca, precisamente, mantenía en el pasado una dura pelea con la vecina localidad de A Torre, ambas en Vilagarcía, aunque Celestino Abad Piñeiro, de la comisión de fiestas de la segunda, sostiene que eso es agua pasada, si bien admite que la hubo, e intensa. «A mi abuelo se lo llevaron preso por tirar las bombas hacia Trabanca en lugar de hacia el cielo».

La escasez de dinero, la falta de ánimo o la ausencia de ambos, provocó que se perdieran en los últimos años rivalidades francamente sanas y divertidas, como la que mantenían Foz y Barreiros por el tesoro de Cornería. Desde una lancha partía una cuerda hacia uno de los municipios y otra en dirección al contrario, y la competición consistía en tirar y tirar para llevarse los diamantes a casa. Hasta concursaban los alcaldes.

«Cada día da festa hai unha comisión e gaña a que teña a mellor orquestra»

MARCOS CREO

Los ansiados brotes verdes no habrán llegado a Lousame, pero en la parroquia de Tállara olvidan penas a finales de septiembre y celebran a lo grande las fiestas de San Roquiño. Tanto, que no solo tienen seis días de fiestas, sino que cada uno tiene una comisión, y rivalizan entre ellas a ver quién contrata la mejor orquesta. Todas piden por las casas -y lo curioso es que los vecinos apoquinan con las seis- y una vez resueltos los asuntos comunes -solicitud de permisos y demás gastos- cada una de ellas se espabila para hacerse con la Panorama o la París de Noia.

No es una moda pasajera de los últimos años. El presidente de una de las comisiones, Manuel Miguéns, lleva más de medio siglo al frente, y Antonio Castro, que se encarga de la fiesta del domingo, lleva más de veinte años. Desde hace menos se responsabilizan de los demás días de la semana Francisco García, Manuel Ángel Moledo, José M. Regueira y Antonio García, pero en Lousame nadie abandona. Sacar a bailar a sus vecinos un día al año es para ellos una responsabilidad y un orgullo.

Y eso que algunos lo tienen más fácil que otros. Antonio Castro, por ejemplo, se encarga de contratar la fiesta de los domingos, y se queja. «Non é o día máis fácil, non». Las mejores orquestas ya están contratadas o piden más por ese día. Por eso, en cierto modo, envidia a Francisco García, que es el del jueves y que hace dos años ganó la competición con el Combo Dominicano. El veredicto estaba claro. «Pero eu gañei un ano que levei a Gran Parada», recuerda nostálgico.

Todo el pueblo apoquina

Lo que tiene mérito es lo de los parroquianos, que ya están recibiendo en la puerta la consabida visita de los seis miembros de otras tantas comisiones y con todos ellos contribuyen. «Xuntamos sobre 7.000 euros cada un», reconoce Castro, quien admite que una de las estrategias para ganar alguna vez es dejar un margen de confianza al contrario y apostar por una orquesta más austera que les permita, como él dice, «gardar o millo no hórreo» y dar la campanada al año siguiente con un buen presupuesto.

Quienes se llevan la mejor parte son los vecinos de Tállara, que saben que tienen garantizados los mejores ritmos que suenan cada verano en Galicia. Y después, ¡que les quiten lo bailao!