El papa pide en Polonia una Iglesia «abierta y tierna» con los débiles

EFE

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En una homilía realizada en el país polaco, Francisco ha llamado a los religiosos a que «abran las puertas» y vayan «al mundo»

30 jul 2016 . Actualizado a las 13:52 h.

En una misa celebrada durante su cuarto día en la XXXI Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el papa Francisco ha pedido a monjas y sacerdotes que colaboren para crear una Iglesia «abierta y tierna» con los más débiles, y que porten «corazones dóciles y transparentes» para «salir y propagar el perdón de Dios». En la homilía, que tuvo lugar en el santuario Juan Pablo II en Cracovia, Francisco indicó a los religiosos que el servicio a Jesús es «un viaje sin billete de vuelta», instándoles a dedicarse por completo al auxilio de los más necesitados. 

«A Jesús no le gustan los recorridos a mitad, las puertas entreabiertas, las vidas de doble vía. Pide ponerse en camino ligero, salir renunciando a las propias seguridades, anclados únicamente en él», afirmó el papa, reiterando la importancia de que la Iglesia fuese «servicio y disponibilidad». Al mismo tiempo, lamentó la actitud de algunas personas consagradas, señalando que no debían tener «la tentación» de quedarse «encerrados, por miedo o por comodidad» en ellos mismos y en sus ámbitos.

En la ceremonia, y a modo de consejo, Francisco también describió la vida religiosa ejemplar, declarando que en ella no debía haber poder ni prosperidad alguna. «No hay espacios cerrados ni propiedad privada para nuestras propias comodidades», explicó el papa, añadiendo que los sacerdotes deben «huir» de la «situaciones gratificantes» y de los poderes del mundo».

Además de la renuncia como pilar del servicio a Dios, Francisco invitó a «que la Iglesia esté de salida», y a que ningún religioso se conforme «con una vida mediocre», sino que tenga «un deseo ardiente de ser testigo y de llegar a los otros».

Antes de esta homilía, producida con motivo de las JMJ, el papa dedicó la mañana a visitar algunos de los lugares vinculados a la historia y pontificado de san Juan Pablo II. Para ello, Francisco se trasladó al convento de la congregación Divina Misericordia, donde se encuentra la tumba de Santa Faustina Kowalska, muy venerada por el antiguo papa.