Vamos al parque y volvemos con crisis

inés rey

SOCIEDAD

27 jul 2016 . Actualizado a las 12:08 h.

A Roque le entró la sed y le compré un botellín de agua que me costó 1,70 euros, porque el agua en los parques infantiles se cotiza a precio de barril de Brent. Pero el niño quería una botella con pitorro, así que le dio una crisis. De las de llorar y gritar que piensas «esto no hay colegio de curas que lo arregle» y piensa el señor de al lado «si fuera mío le daba una bofetón que lo ponía en órbita». Le dije que le daba tres avisos o lo llevaba a casa, pero al segundo aviso lo agarré de la muñeca y me fui, que yo en esto soy como el Estado de Israel: primero ataco y luego aviso. Me tuve que ir pensando en la tabla del siete para bajar la adrenalina, y rezando para no encontrarme a nadie conocido. Pero como aquí nadie es forastero, me crucé con amigas de mi madre, de mi hermana y la vecina del cuarto que al pasar decían «uy uy uy». Cuando crees que esto no pasa de las onomatopeyas, aparece una espontánea que quiere conversación. «Tú eres la hija de Elena, no? Y éste debe de ser su nieto. ¿Qué te pasa, nené? ¿Quieres agua y tu mamá no te la da?». Entonces es cuando la miras y piensas: «Si la señora fuera mía, le daba un bofetón que la ponía en órbita». Llegas a casa, el niño se calma en el ascensor, entra tranquilamente y se pone a jugar. Los psicópatas infantiles son así. Te relajas, respiras y llama tu madre por teléfono: «Me acabo de cruzar a Pitita por la calle y me dijo que el niño tenía sed. Que a ti ya te vale, ir al parque sin botella de agua ni nada. Qué desastre, hija. Mañana bajo yo contigo, que no se te puede dejar sola».