En defensa de la ancianita británica

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado ESCRITOR Y PERIODISTA

SOCIEDAD

Es bastante incoherente culpar a los mayores de la actual situación porque la UE es una creación de ancianos

02 jul 2016 . Actualizado a las 10:12 h.

Estoy un poco asustado con algunas de las cosas que oigo y leo a raíz del referendo británico sobre la Unión Europea. El fin de semana pasado estuve en un programa de radio y allí parecía haber unanimidad en culpar de todo a las personas mayores. Los viejos, se decía, han «robado su futuro» a los jóvenes porque son los mayores de sesenta años quienes han votado abrumadoramente por el brexit. La prensa británica, que ahora es casi toda pro-UE y está rabiosa con el resultado, aparece cargada de razonamientos de esta clase. Uno, de no muy buen gusto, consiste en calcular los años que les quedan de vida a quienes votaron brexit y compararlo con los que tienen por delante los -supuestos- defensores de Europa, como insinuando muy poco sutilmente que si se muriesen los viejos la chavalada podría seguir yéndose de Erasmus el año que viene.

Ed Carosía

Francamente, si ya la única manera de perseverar en la integración europea es mediante la eutanasia involuntaria, mal vamos. Además de que es bastante incoherente, porque la UE es una creación de ancianos. Schuman tenía más de setenta años cuando se firmó el Tratado de Roma. Adenauer más de ochenta. La misma UE cumple este año 79. No es precisamente el festival de Benicàssim.

Puestos a dar distinto valor a los votos por edades, se podría incluso defender que el de los mayores, que al fin y al cabo han contribuido con más esfuerzo e impuestos a lo largo de sus vidas, debería valer más. Pero sería igual de absurdo. Los votos valen todos igual, esa es la esencia de la democracia: que fingimos lo mejor que podemos que todas las opiniones nos parecen igual de válidas: las de los jóvenes, la de los viejos, y las de los que por desgracia quizá atropelle un coche al día siguiente de votar pero a nadie se le ocurre pedir que se anule su sufragio. El futuro será de los jóvenes, como se dice tantas veces, pero no se vota en el futuro sino en el presente, y ahí debería bastar con estar vivo todavía.

Pero es que ni siquiera es cierto lo que se dice sobre el voto y la edad en la consulta británica. No es a partir de los sesenta años cuando el apoyo al brexit fue mayoritario sino, al menos, a partir de los 45. Tampoco es cierto que los jóvenes votasen tan abrumadoramente por la permanencia en la UE. En el grupo de edad de entre 25 y 34 casi el 40 por ciento votó a favor de la salida. No existe, de hecho, esa «brecha generacional» de la que tanto se habla. El no a Europa sigue una progresión casi perfecta a lo largo de los grupos de edad sin que haya ningún salto entre uno y otro.

De hecho, si insistimos en echarle la culpa a alguien del triunfo del brexit haría que señalar con el dedo a los jóvenes, precisamente, que no se molestaron en ir a votar. Sumando la abstención y el voto en contra, la proporción de ancianos que votaron a favor de la UE puede que sea mayor que la de jóvenes. He ahí una curiosa paradoja.

En fin, que, se mire como se mire, nadie tiene derecho a tomarla con los pobres ancianos británicos que, como todos los demás, han votado lo que les ha dado la gana. El brexit no es culpa de esas ancianitas con sus vestidos de flores, sus cortinas horteras y su jardín con gnomos, ni de Miss Marple ni de la tía Mildred, la de los bizcochos. Una sociedad es un todo orgánico y hay que asumir sus decisiones colectivas. He ahí, al menos, una cosa de la que los viejos saben más que los jóvenes: que uno tiene que aprender a convivir con la decepción; porque la vida está llena de ellas.