«Manuel tiene alarmas en el reloj para saber a qué horas tiene que comer, está todo pautado»

Á. P. VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

RAMON LEIRO

Niños con diabetes cuentan como es su día a día

01 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Existe una cifra mágica en la vida de Manuel: 70. Cuando el glucómetro, ese aparato parecido a un pequeño teléfono móvil que siempre lleva en la mochila, muestra un número inferior, él sabe que algo falla. Necesita «un aporte de glucosa de absorción rápida», como dice su madre, Marta Fernández. Este niño pontevedrés de ocho años, con diabetes desde que tenía uno y medio, ha acostumbrado su vida a determinadas pautas. «Tiene alarmas en el reloj para saber a qué horas tiene que comer», que son cinco veces al día en las que se permite una variación máxima de media hora, explica Marta. Dos horas después de la ingesta, tiene que pincharse el dedo, depositar la gota de sangre en una tira, introducir esta en el glucómetro y esperar que el valor sea superior a 70. Si es así, todo va bien.

Si no, aporte de absorción rápida. Por eso en la mochila siempre lleva un zumo, un gel especial y unas gominolas. Porta también agua, un yogur y unas pastillas de glucosa pura por si acaso. También unas galletas de absorción lenta, que se tomaría superados los momentos iniciales de una crisis, para mantener el nivel de azúcar en el tiempo.

En el mes de marzo tuvo una crisis. Se puso en 27. Así que llevar siempre la mochila y tenerla preparada, es, para él, una cuestión de vida o muerte. Simplemente eso.

Manuel es uno de los niños que el miércoles se quedaron sin entrar en los cines Vialia de Pontevedra. La presidenta de Anedia, Ana Pérez, explica que a las cinco de la tarde accedieron varios niños, tres de ellos con diabetes. A la primera la pararon, vieron que llevaba un neceser dentro de la mochila, pero no lo abrieron, así que el encargado no se dio cuenta de que llevaba la comida y pasó. Poco después, detectaron que los otros niños llevaban alimentos no comprados allí y les dieron el alto. En Ourense ocurrió con un niño que iba en un grupo de una docena, en medio de un cumpleaños. «Os nenos foron con amigos que mercaron palomitas, porque o noso problema non é consumir, senón que a eles os deixen pasar con algo que é como os medicamentos no seu caso».

En Vigo, fue Olivia quien se quedó sin entrar a los cines de Plaza E. Iba con su padre, Óscar Fernández, su madre y una amiga. Olivia tiene diagnosticada la diabetes desde hace ocho meses y sus padres quieren que vea que puede llevar una vida normal a pesar de su enfermedad. «Recibe insulina tres veces al día y también tiene que tomar hidratos de carbono a algunas horas», dice su padre. Su mochila es similar a la de Manuel.

En la puerta les dijeron que no podían entrar. La persona que recogía las entradas llamó al encargado. «Se cruzó de brazos delante de la puerta para no dejarnos entrar», dice el padre. Después, incluso intentó pasar la madre con su hija y la amiga, de forma que el padre esperaría fuera con la mochila, pero no les dejaron sin registrar el bolso de la mujer. Al final, la niña se quedó sin cine. «Se hartó de llorar hasta pasar un buen rato», recuerda su padre. Nunca hasta ahora habían tenido un problema así en ningún sitio.