Los nuevos filántropos 2.0

victoria toro NUEVA YORK / CORRESPONSAL

SOCIEDAD

Sheryl Sandberg, Bil Gates, Sara Blakely y Pierre Omidyar
Sheryl Sandberg, Bil Gates, Sara Blakely y Pierre Omidyar

Los jóvenes millonarios quieren algo más que limpiar sus conciencias: se hicieron ricos innovando y buscan repetir el éxito con el llamado «filantro-capitalismo»

07 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1889, Andrew Carnegie, poderoso hombre de negocios estadounidense, escribió El Evangelio de la riqueza que podría considerarse algo así como la biblia de la filantropía. En su texto, Carnegie defendía que la vida de un industrial debía estar formada por dos partes: la acumulación de riqueza y la posterior distribución de esta entre los pobres. El nombre de aquel millonario y filántropo ha pasado a la historia: Carnegie Hall es la sala de conciertos más importante de Nueva York, y fue construida gracias a una de su muchas donaciones.

Cuatro años después, en 1893, ocurrió algo que iba a ser el mayor impulso de la filantropía: el Congreso de Estados Unidos aprobaba una ley que eximía de pagar impuestos a todas las organizaciones sin ánimo de lucro.

A partir de entonces es muy fácil descubrir que los nombres de hospitales, salas de conciertos, escuelas de música o universidades son los de los millonarios de la época en la que se fundaron, crearon o impulsaron.

Y así llegamos hasta Marc Zuckerberg, el creador de Facebook, que la semana pasada anunció que donará en vida el 99 % de su fortuna. O lo que es lo mismo, más de 40.000 millones de euros [su valor en bolsa]. ¿Son iguales Carnegie y Zuckerberg? En muchas cosas, sí; en otras, resultan muy diferentes.

¿Cuestión de impuestos?

Ambos siguen la teoría estadounidense de que los millonarios tienen que devolver a la sociedad parte de lo que han obtenido de ella. Y también hay otra cosa en la que Zuckerberg coincide con casi todos sus predecesores: su generosidad ha sido contemplada muchas veces como una forma de ahorrar impuestos. El anuncio del creador de Facebook no lo fue menos. Solo dos días después, The New York Times publicaba un demoledor artículo en el que explicaba que gracias a la fórmula que Zuckerberg ha elegido para donar su dinero, una compañía limitada y no una fundación, no tendrá que volver a pagar impuestos en su vida y no estará obligado a dar ningún tipo de explicación sobre cómo gasta ese dinero destinado a caridad.

Pero entre los Rockefeller o Vanderbilt y los nuevos Bill Gates (Microsoft), Jack Ma (Alibaba) o Elon Musk (Tesla, Paypal, SpaceX) hay una gran diferencia. La edad en que estos amasaron sus fortunas es mucho más temprana que las de otras generaciones. A los 30 todos disponían de millones en su cuenta, y no porque los heredasen, sino que los consiguieron haciendo cosas nuevas, a veces algo locas y que cambiaron la forma de entender una parte del mundo. Por eso, como filántropos tampoco son iguales a los anteriores y frente a un concepto más o menos difuso de caridad, ahora se habla de filantro-capitalismo o también inversión social.

Muchos de estos millonarios están dentro de la organización impulsada por Bill Gates, El compromiso de dar, que anima a los más ricos a donar, en vida o tras su muerte, más del 50 % de sus fortunas. Ya son 92 los millonarios que no quieren dejar a sus herederos la carga de administrar una fortuna que no podrían gastar. Eso no quiere decir que sus hijos vayan a pasar necesidad.

Como ocurre con su familia, estos nuevos filántropos son más de promover que de tapar. No se trata de crear un hospital para que atienda a los pobres -que también- sino pagar becas para que esos pobres estudien, llevar vacunas a los países sin recursos para que los niños no mueran de diarrea y dotarles de colegios para que se formen. Sus fundaciones trabajan con la misma eficacia que sus empresas, buscando proyectos sostenibles, audaces, impactantes, y que en un futuro cercano no necesiten de la inyección constante de dinero.