¿Y si la momia de Nefertiti está tras la tumba de su hijastro Tutankamón?

Nacho Blanco REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Nicholas Reeve asegura que el hipogeo del faraón niño esconde el de la reina

16 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si bien el descubrimiento de la última morada del faraón Tutankamón por Howard Carter en 1922 supuso el logro más sonado de la egiptología, lo que propone ahora el arqueólogo británico Nicholas Reeve constituiría el hito más sobresaliente de esta ciencia. Reeves cree que tras la tumba del faraón niño, que reinó durante la XVIII dinastía (aproximadamente en el 1.330 a. C), se halla la tumba de la reina Nefertiti, la esposa real del padre -que no madre- de Tutankamón, Amenofis IV, luego llamado Akenatón, uno de los reyes más importantes del Imperio Nuevo.

Si la notoriedad del hipogeo de Tutankamón viene por haberse hallado intacta, no deja de ser mediocre por la escasa trascendencia del personaje. Figuras colosales como Ramsés II o Amenofis III tuvieron tumbas esplendorosas, pero hoy sin sus tesoros por la acción de los ladrones.

¿Pero en qué se basa Reeves para hacer una afirmación que ya ha causado revuelo en el mundo académico? En fechas recientes se ha procedido a la digitalización de la riqueza arqueológica de los cientos de tumbas del Valle de los Reyes, en Tebas, que era el lugar de entierro de faraones y otros pudientes de la época. A este macroproyecto llamado Thebba Mapping se sumó la firma española Factum Art, especialista en arqueología digital. El resultado de su trabajo en la de Tutankamón fue estudiado con detenimiento por Reeves y volcado en un apasionante ensayo hecho público este mes.

El británico ya tenía sospechas previas. Se preguntó por qué el hipogeo de Tutankamón era tan pequeño, de solo 109 metros, y su orientación siempre le extrañó, pues sus puntos cardinales y su forma en «L» eran típicos de una tumba para una reina, que no era el caso. También se sabía que el trazado y pasadizos del hipogeo habían sido ensanchados; algo inexplicable. Además, las pinturas que decoraban la sala del sarcófago del faraón niño describían personajes que Reeves identificó con Nefertiti. Para el arqueólogo no eran los dioses quienes abrían ritualmente la boca a Tutankamón, sino el propio faraón el que lo hacía con su madrastra. Así, Reeves concluyó que Nefertiti murió antes que su hijastro y hubo que improvisarle una tumba. La estancia que iba a ser para él fue para ella, pues no hubo tiempo material de ampliarla. Reeves analizó con lupa las paredes, píxel a píxel. Y su sorpresa fue mayúscula cuando en las Norte y Oeste halló, tras los frescos funerarios, grietas y signos de que habían sido modificadas. Para Reeves significaba que detrás había varias cámaras, y apuntaba a la reina Nefertiti como su inquilina.

¿Por qué ella?

Reeves se muestra rotundo en el análisis de los frescos. La alta resolución de las imágenes de Factum Art muestran detalles como las comisuras de los labios de los figurantes. Y aquí se repite el rictus facial con el que representaban los artesanos de Amarna a Nefertiti, cuyo nombre significa La bella ha llegado. Tras las puertas aparentemente tapiadas puede haber un tesoro, quizás el mayor desenterrado en Egipto. No solo por las riquezas arqueológicas. El hallazgo iluminaría una época oscura. Su marido, Amenofis IV, fue el primer rey en abrazar el monoteísmo, pero la casta sacerdotal, que enfervorizó al pueblo, impidió una revolución hacia un único dios representado con forma de disco solar y rayos divinos que remataban en dedos: Atón.

Ahora, si hay permiso, se introducirá un georradar para ver si Reeves lleva razón y, como en las matriuskas rusas, hay una tumba dentro de otra tumba. «Si estoy equivocado, lo estoy. Pero si tengo razón, podría ser el mayor descubrimiento de todos los tiempos», manifestó Reeves en The Economist. Ya hay dos bandos: los que creen que con casi 100 años la tumba de Tutankamón está más que revisada, y los que le dan a Reeves el beneficio de la duda. Mientras, Nefertiti, la más bella, aguarda tras su hijastro o en algún lugar bajo las arenas del desierto.