Sí, yo también soy de la aldea

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

SOCIEDAD

28 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Sí. Soy de la aldea. Soy mucho de la aldea. Todos los de mi generación son de la aldea. Los treintañeros de Madrid son de la aldea. Los veinteañeros de Brooklyn son de la aldea. Mis vecinos son de la aldea. Muchos de mis compañeros de profesión son de la aldea. Mi generación, esa que en un alarde de originalidad han bautizado como millennials, es de la aldea. Toda ella. Enterita. Sin excepción. Es de la aldea. Lo sé por detalles, ¿eh? Las series, en versión original. Nuestros tuits, guasaps, estados del Facebook, pines de Pinterest, pies de foto del Instagram y conversaciones de barra de bar están llenos de expresiones random en inglés (OMG, ¡ya me ha vuelto a pasar!). El catálogo de nuestros E-Readers tiene desde Rosalía de Castro a Paul Auster. Si tenemos prisa en leer un libro, no esperamos a la traducción. Lo pedimos -o bajamos- en Amazon. ¿Que el Tribunal Supremo de Estados Unidos aprueba el matrimonio homosexual en todo el país? Pasamos por el New York Times para leerlo. O por el Washington Post, que para eso la sombra de Woodward y Bernstein es alargada. Vivimos, bebemos, besamos, reímos y lloramos en gallego. O en castellano. O en catalán. O en euskera. O en todo a la vez. Somos de la aldea. De la aldea global. No es cuestión de idioma. Es de altura de miras. Aunque algunas aún vayan a investiduras mirando al suelo.