El psicólogo Alberto Soler reabre el debate sobre la igualdad en las tareas domésticas con unas sorprendentes declaraciones
24 jun 2015 . Actualizado a las 19:05 h.La impresión que suscita a primera vista el titular ha sido la clave para que el artículo que el psicólogo Alberto Soler publicó en su blog el lunes se haya convertido en uno de los textos más compartidos y comentados esta semana en las redes sociales -en menos de 24 horas acumulaba ya más de 10.000 réplicas en Facebook-. «No, yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de casa». Nada más lejos de la realidad que relata en su alegato sobre la igualdad en las tareas domésticas.
«Yo nunca he sido de esas parejas o maridos que ayudan a su mujer con las tareas de casa (...) porque -se apresura a aclarar, despachando de un plumazo cualquier tipo de malentendido- no puedo ayudar a alguien con algo que es mi entera responsabilidad». La pretensión de Soler no era otra que sacar su lado más feminista después de haberse encontrado en el supermercado con dos señoras alabando la actitud auxiliadora, en lo que a tareas domésticas se refiere, de los hombres actuales.
La anécdota fue la llama que prendió la mecha. A partir de ella, el psicólogo desarrolla su punto de vista al respecto, brindándole al lector una coherente reflexión sobre los roles del hombre y la mujer en el ámbito familiar y doméstico. «Los hijos, al igual que las tareas domésticas, no son el patrimonio de nadie: ni pertenecen a la mujer ni pertenecen al hombre. Son responsabilidad de ambos. Por este motivo me llega a ofender cuando, de modo muy bienintencionado (soy consciente) me halagan con 'lo mucho que ayudo a mi mujer'. Como si no fueran mis hijos o no fuera mi responsabilidad». Soler proclama que hace, «con mucho esfuerzo y mucho gusto», «ni más ni menos» que aquello que le corresponde.
El experto se dedica, durante el resto de su popular artículo, a profundizar en las razones de la supervivencia, en determinados casos, del modelo de familia patriarcal, en el que el hombre adquiere la tarea de llevar los recursos al hogar y la mujer, la de gestionarlos. «La sociedad ha cambiado profundamente en las últimas décadas (afortunadamente) y este reparto de papeles ha pasado en muchos casos a la historia -apunta a continuación-. La mujer hoy en día, aunque sigue profundamente discriminada socialmente (no hay más que ver la diferencia en salarios u oportunidades de promoción laboral) es el agente de su propio desarrollo, tiene la capacidad de desarrollar una carrera profesional en los mismos ámbitos que un hombre y, si decide dedicarse al cuidado de los hijos es, en la mayoría de los casos, por una elección personal, y no por falta de oportunidades o derechos sociales».
Para concluir su repaso al asunto, Soler enumera los valores que transmitirá a sus hijos, unos niños que crecerán sin saber si planchar es cosa de hombres o de mujeres, si los baños son cosa de su padre o de su madre, sin asociar la cocina o la aspiradora con una determinada figura paterna. «(Quiero que mis hijos) acudan con más o menos igual frecuencia a uno o a otro para dormir, para contar sus confidencias, para jugar o para enfadarse. Que no haya un 'jefe' de la casa, sino que todos convivamos del modo más feliz posible».