Una científica gallega desarrolla una vacuna para las alergias al pescado

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

MARTA G. BREA

El proyecto, que incluye la anisakis, está apoyado por la Fundación Areces

12 abr 2015 . Actualizado a las 12:38 h.

Urticarias, rinitis, problemas gastrointestinales y respiratorios y, en el peor de los casos, un shock anafiláctico que puede poner en riesgo la vida del paciente. Son los síntomas de las alergias alimentarias, de las que el consumo de pescado constituye la tercera causa de intolerancia. ¿La solución? Eliminar por completo de la dieta un producto tan esencial para el organismo.

Es, hasta el momento, el único tratamiento efectivo para evitar reacciones futuras. Al menos hasta que no se encuentre una vacuna contra las alergias al pescado, que más que por el alimento en sí son causadas por las proteínas de los parásitos presentes en ellos, incluido el temido anisakis. Y este es, precisamente, el objetivo de la investigadora gallega Mónica Carrera Mouriño (Ponteareas, 1977), que acaba de recibir un proyecto de la Fundación Areces para conseguir la ansiada defensa del organismo humano contra estos patógenos.

En este trabajo, que durará al menos diez años, no parte de cero, ya que Carrera, científica del programa Juan de la Cierva en el Instituto de Investigacións Mariñas de Vigo (IIM), ha identificado y secuenciado previamente un total de 42 nuevos alérgenos del pescado. El resultado de esta investigación, junto con un novedoso procedimiento analítico de detección rápida, ya fue patentado por el CSIC. «Fue un novedoso trabajo de secuenciación de novo mediante técnicas de proteómica, porque en su momento no había nada de información previa en la base de datos. Hoy en día estos 42 alérgenos están registrados en la base de datos Uniprot y son de acceso público», explica Carrera desde San José (California), donde está realizando una estancia profesional de cuatro meses invitada por la empresa Thermo Fisher. Allí, en colaboración con el investigador Daniel López, está perfeccionando la metodología analítica para detectar más rápido aún los causantes de las reacciones en los productos alimentarios.

La estrategia para obtener una vacuna pasa por la localización de aquellas zonas de una molécula con capacidad para ser reconocidas por el sistema inmune de los pacientes alérgicos (epítotos antigénicos) y generar una respuesta de defensa. «Si logramos su identificación y secuenciación se podrían usar para intentar tolerizar a los pacientes mediante su aplicación en forma de vacunas», apunta Carrera, que fue investigadora posdoctoral Marie Curie en el IIM-CSIC y en el Institute of Molecular Systems Biology de la Escuela Politécnica Federal (EHT) de Zurich.

Esta fase de exploración se prolongará aún de dos a cuatro años. Luego se pasará a una fase preclínica con pruebas en cultivos celulares y en animales de laboratorio. «Si los resultados son exitosos -señala Carrera Mouriño- comenzaría ya el contacto y acuerdo con alguna farmacéutica para que se encarguen de las nuevas etapas clínicas en humanos».

Mayor prevalencia

«La prevalencia de la alergia al pescado -advierte- se está incrementando en todo el mundo, y no es porque haya más personas alérgicas al músculo del pescado, sino que lo son a las proteínas de los parásitos como el anisakis, que están presentes en las vísceras y músculos». En esta línea destaca que «los alérgenos del pescado y de los anisakis son proteínas termoestables, resisten la ebullición, por lo que la cocción no basta para eliminar el riesgo de una reacción alérgica».

No es lo mismo la anisaquiasis, que le puede ocurrir a cualquier persona por la ingesta de pescado crudo con las larvas del parásito, lo que puede provocar dolor abdominal, vómitos y problemas digestivos, que la alergia al anisakis, que en España afecta a en torno el 0,8 % de la población. En este caso no se requiere que el pescado esté crudo, ya que el riesgo de la afección no se elimina con la cocción. El cuadro alérgico se produce entre 15-30 minutos y dos horas de ingerir el alimento y algunos de los primeros síntomas son urticarias en la piel o hinchazón facial. En los casos más graves puede producir un choque anafiláctico.