Las viejas calefacciones dañan el patrimonio artístico de las iglesias

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

La oscilación brusca de temperatura y humedad repercute en su conservación

31 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los feligreses pasan incluso frío mientras el calor se sube literalmente por las paredes hasta los techos. Es una sensación que conocen bien los fieles que acuden regularmente a los oficios en las iglesias españolas, buena parte de las cuales disponen aún de sistemas de calefacción antiguos que originan variaciones bruscas de temperatura y humedad.

El calor asciende rápidamente, mientras que las condiciones de los parroquianos distan de ser agradables. Pero esta situación no se reduce únicamente a un problema de confort, sino que constituye una auténtica amenaza para el patrimonio artístico de los templos. Así se recoge en una investigación realizada por un equipo del Instituto de Geociencias, de la Universidad Complutense de Madrid y del CSIC, que han comprobado que el uso habitual y continuado de este tipo de calefacciones desestabiliza el clima interior de los edificios religiosos y afecta negativamente a su conservación.

El calor rápido y desproporcionado que se produce en las zonas altas de los templos afecta a las propiedades físicas de las maderas, piedras, pinturas, artesonados, bóvedas talladas y esculturas. «Cuando se enciende y se apaga la calefacción de forma frecuente se producen fuertes fluctuaciones ambientales que se traducen en una subida importante de las temperaturas -hasta el doble de la inicial- y en una caída peligrosa de la humedad relativa, por debajo del 20 %, en las zonas altas de la iglesia», explica la investigadora María José Varas Muriel, coautora principal de un estudio que publicado en las revistas científicas Energy and Buildings y Building and Environment.

Los investigadores utilizaron para obtener los registros microclimáticos varios sistemas de monitorización inalámbrica, que incluyen el uso de globos con sensores, dispositivos de termografía infrarroja y resistividad eléctrica para medir los dos parámetros críticos para la conservación del patrimonio: la temperatura y la humedad.

Las mediciones también confirmaron que los aparatos calefactores tampoco mejoran el confort térmico de las pocas personas que suelen acudir diariamente a las iglesias. Solo en celebraciones eclesiásticas especiales, en las que la afluencia de público es mayor, el propio calor corporal de la multitud atempera el ambiente. Cuando los templos están llenos con la calefacción encendida, las temperaturas suben de 15 a 17 grados de media. Si hay pocos feligreses no superan los 13 grados.