Identifican cuatro perfiles diferentes entre los clientes de la prostitución

m. v. OURENSE / LA VOZ

SOCIEDAD

Duvi

Las autoras del libro «El putero español» distinguen entre «misóginos, amigos, mercantilistas y críticos»

24 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Acudir a un club de alterne para mantener relaciones sexuales con una mujer previo pago es para los hombres un gesto mucho más frecuente de lo que pudiera parecer, pero no todos los que lo hacen son iguales o, al menos, tienen las mismas motivaciones. Así se asegura en el libro El putero español que acaba de publicar la editorial Catarata, en el que tres investigadoras gallegas analizan cómo es el mercado del sexo a nivel nacional.

Después de tres años indagando en prostíbulos de todo el país -gracias a la financiación del Instituto de la Mujer- y manteniendo entrevistas con clientes, las autoras han llegado a la conclusión de que España es uno de los países de su entorno en el que más sexo de pago se consume y han encontrado cuatro perfiles de «prostituidores». «Los dividimos en misóginos, amigos, mercantilistas y críticos», explica Águeda Gómez, profesora de la facultad de Ciencias de la Educación del campus de Ourense. «A nosotras el que más nos llamó la atención fue el del mercantilista, porque se trata de jóvenes con estudios universitarios, guapos, que no tendrían ningún problema para ligar y, sin embargo, van a un club de alterne buscando prácticas sexuales nuevas o mujeres exóticas. Son personas educadas en la igualdad que, sin embargo, no identifican que se trata de una explotación», explica la autora.

Menos sorprendente les resultó el perfil de misógino, «que declara animadversión por la mujer», o el del amigo, aquel que «desarrolla sus actividades sociales en los clubes de alterne», explica la autora, que constata que, en general, entre los clientes hay «gente mayor, jóvenes, médicos, profesores o fontaneros y todos son gente normal». En cuanto a los críticos, «son aquellos que lo probaron alguna vez, pero fueron capaces de empatizar y de darse cuenta de que era un abuso», cuenta Águeda, que, junto con las investigadoras Silvia Pérez y Rosa María Verdugo, apuestan por la educación afectivo-sexual para conseguir poner fin a la prostitución.