La primera transfusión moderna se realizó con un donante gallego

SOCIEDAD

Ramón Mosquera, emigrante de Ourense, aportó su sangre para una nueva técnica en un hospital de Buenos Aires hace cien años

19 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera transfusión de sangre como se conoce en la actualidad ocurrió hace un siglo en Buenos Aires. El centenario se cumplió el pasado 9 de noviembre. Desde hace diez años, en esa jornada se celebra en Argentina el Día nacional del donante voluntario de sangre. El primero era gallego. Se llamaba Ramón Esteban Mosquera González y había nacido el 30 de marzo de 1879 en Ourense. Emigró de niño a Argentina, donde se casó en 1905 con otra ourensana, Andrea Sánchez Vélez. Falleció en 1942. Su entrada en la historia médica se debió a dos circunstancias: su coraje, valentía y generosidad, como recuerda su nieto Raúl Esteban Mosquera, y la casualidad. Trabajaba como portero en el Instituto Modelo del Hospital Rawson de Buenos Aires, que fue donde el médico e investigador Luis Agote descubrió la técnica para evitar la coagulación de la sangre, aplicándole citrato de sodio.

Formado en París, llevaba tiempo desarrollando esa práctica. Y llegó el día. La aplicó por primera vez ese 9 de noviembre en una madre que sufría una hemorragia posterior al parto. Hizo falta un voluntario y allí estaba el gallego, que tenía entonces 28 años. Salió bien para todos, incluso para la historia. El Ministerio de Salud argentino describe en su web que «los beneficios, inimaginables por entonces, de esta técnica, abrieron nuevos caminos en la evolución de la medicina a nivel mundial». La Gran Guerra acababa de empezar, y este conocimiento se extendió rápidamente. Ya no era necesario traspasar la sangre de persona a persona, con los enormes riesgos que en aquella época comportaba, incluso de muerte: podía guardarse en un recipiente y esperar.

La solución evolucionó mucho con el tiempo, sobre todo en la década de los cuarenta, como confirman desde el Centro de Transfusión de Galicia, pero aquel momento ya forma parte de los anales, acaso un tanto inadvertidos, de la medicina moderna. El descubrimiento del citrato de sodio como anticoagulante «fue un hito, sin duda», explica el hematólogo Gabriel Debén, del Hospital de A Coruña. Incluso se usa en la actualidad. «Antes no había transfusiones. Las de persona a persona eran excepcionales», explica. Incluso se habían hecho de animales. Se desconocía la incompatibilidad de grupos (el descubrimiento fue casi paralelo, por cierto). La sangre, fuera del vaso, se coagula, pero con el citrato ya se podía conservar y transportar. Transfundir de persona a persona de esta manera, no directa, «es un hecho absolutamente clave», y marca el inicio de la era moderna de esta práctica.

Mucho tiempo en el anonimato

Ramón Mosquera permaneció mucho tiempo en el anonimato. La gloria, lógica, se la llevó el científico Agote. Y eso que donar, en aquellos tiempos, no era seguro como lo es hoy. Las imágenes de la época lo reflejan.

El nombre del ourensano empezó a conocerse hace apenas tres años. Tuvo mucho que ver su nieto Raúl Esteban Mosquera, de 72 años. Todo empezó con una nota que le envió a un periódico de la provincia de Córdoba, La voz del interior, en el que precisamente había leído un artículo sobre la transfusión. Lo localizaron «y empezó la movida de entrevistas y reuniones». Señala por qué lo hizo: «Por la memoria de mi padre, fallecido hace 27 años, que siempre recordó el hecho, y nunca tuvo mayor trascendencia hasta ahora». Es el único de la familia que se ha interesado en divulgarlo, y eso que no es pequeña. Aún quedan vivos dos de los nueve hijos que tuvo su abuelo, por tanto sus tíos, que tienen ahora más de 93 años.

No queda mucho de la vida de sus abuelos. «Es imposible conseguir más datos, toda la documentación se perdió, era gente muy humilde. La única foto que hay es de su casamiento y la tengo yo», detalla. Así que no hay manera, de momento, de saber la parroquia o el municipio de origen de la provincia ourensana.

Al conocimiento de la figura de Mosquera ha ayudado mucho el Comité de Donación Voluntaria de Sangre de la Asociación Argentina de Hemoterapia e Inmunohematología, que coordina Cecilia Bordenabe. Esta entidad se reunió con el nieto en julio del 2012 para divulgar «a este desconocido gigante», que residía en Ciudadela, provincia de Buenos Aires. «Era un hombre honesto y de trabajo. Tenía ojos grises y cabello rubio. Sin su ayuda y grandeza, no hubiera sido posible», relata Bordenabe. Y añade: «Hoy la sociedad argentina, en deuda con Ramón Mosquera por falta de reconocimiento durante un siglo, celebra esta unión entre la sociedad científica y la comunidad».

Ese reconocimiento tuvo hace dos meses gran repercusión en los medios argentinos, con numerosos artículos recordando la gesta de Agote, un avanzado de su tiempo en un país también pionero (Argentina logró un Nobel de Medicina, recuerda Debén), y también, aunque en menor medida, la de Mosquera y su origen español. Pero ya en los cincuenta lo hacía una placa en el hospital llamado Clínicas. Ponía: «Primer dador de sangre. Ramón Mosquera. Dr. Agote». La vio uno de sus hijos, feliz, cuando ingresó como paciente.