El anuncio de la lotería es real

Sandra Faginas y Alberto Mahía LA VOZ

SOCIEDAD

ALBERTO LÓPEZ

El año pasado, Carlos se olvidó de guardarle el décimo a Fernando.

22 dic 2014 . Actualizado a las 08:19 h.

No se llaman Antonio y Manuel, pero podían haber protagonizado el anuncio de la lotería. Su historia es también emotiva y ensalza la amistad por encima del dinero. Bueno, al menos eso es lo que nos cuentan ahora que han ganado los dos. Todo se remonta al año pasado, -se acuerdan que el Gordo de El Niño tocó en Monforte- Pues ellos son dos de los personajes de este cuento de Navidad que me descubre mi compañero de La Voz de Galicia Luis Díaz. A la derecha está Carlos García, el dueño del bar Capilla 2, y a su izquierda, su amigo Fernando Martínez, un jubilado de Renfe que lleva desde 1966 residiendo en este pueblo afortunado. Como todas las semanas, Carlos y Fernando jugaban junto con otros clientes al número al que están abonados desde hace más de diez años, el 76.254. Carlos se encarga siempre de comprarlo -ahora también- y, como sucede con estas cosas de la confianza, unas veces se paga a toro pasado, otras por adelantado..., según convenga a cada cual. Carlos, ya les digo, se encarga de llevar a su modo las cuentas. Y tan a su modo. Porque el año pasado un despiste casi le arruina los Reyes. Y en este caso lo de la ruina es «real». Carlos se jugaba a ese número nada más y nada menos que una buena amistad.

Dos días antes del sorteo de El Niño, Fernando se pasó por el bar a recoger como todas las semanas su décimo del 76.254 y, nada más verlo aparecer, Carlos solo pudo echarse las manos a la cabeza. «No se atrevía a decirme nada» -recuerda Fernando-. «Solo me miraba y se echaba las manos a la cabeza desesperado». No era para menos. Carlos se había olvidado de guardarle el décimo a Fernando y no tenía más lotería con ese número. ¿Qué hace un amigo entonces? «El error era mío, la culpa era mía, así que solo se me ocurrió decirle que compartía con él mi décimo». Dicho y hecho. Fernando le pagó los diez euros correspondientes y Carlos, en vista de la situación, le insistió que se lo llevara él a su casa. No quiso. Fernando se fio del dueño del Capilla 2.

El resto de la historia chispea con la alegría del anuncio navideño. El 76.254 les dejó a los dos amigos 80.250 euros a cada uno (Hacienda se llevó 39.500 euros de los 160.500 del décimo). Podía haber sido el doble, claro, si Carlos no se hubiera despistado. Pero también les podría haber causado un problema Gordo. ¿Qué habría sucedido si Fernando no se hubiese pasado por el bar dos días antes?, le preguntamos a Carlos. «Le hubiese dado igual la mitad. El error era mío. Para mí es más importante la amistad y no aguantaría las críticas de la gente tampoco». Fernando por si acaso se alegra de haber tenido ese reflejo. «No me lo quiero imaginar, pensar que te ha tocado y enfrentarte a ese momento terrible de no tengo tu décimo». Pero la suerte lo ha querido así. ¿Que si se han gastado el dinero? Carlos ha pagado su hipoteca y como a sus hijos también les tocó otro pellizco está tranquilo y feliz. Fernando dice que no ha hecho nada extraordinario con el dinero, a excepción de ayudar a sus hijos, porque tiene todo lo que necesita. En Monforte, ya lo ven, se vive bien.

Décimos regalados al azar

Hay quien piensa que la hipoteca puede esperar, pero lo que no esperan son las necesidades diarias de los más desfavorecidos. Por eso en el 2009 un grupo de amigos que todos los sábados se reúnen en el coruñés bar Platinium, en la ronda de Outeiro, tardaron medio minuto en decidir a quién destinarían el 15% de un quinto premio. Fue a parar a varias entidades benéficas, como Padre Rubinos y Cocina Económica. «No fue mucho. Creo que en total donamos 12.000 euros. Hubiésemos preferido que nos tocase el Gordo. Por nosotros y por las instituciones a las que donamos», cuenta Luis Abralde, uno de los agraciados que aquel 22 de diciembre del 2009 decidieron que todo premio que recibieran lo iban a compartir con los que menos tienen.

Maruchi Cambón no espera a que le toque para repartir. Lo que hace esta coruñesa todos los años, desde los ochenta, según cuenta, es regalar dos décimos de lotería a gente de la calle. Los elige aleatoriamente. «Salgo un día a comprar tres décimos iguales. Uno me lo quedo yo y los otros dos se los regalo a gente que pide en la calle. Los miro y se los entrego a los que yo veo que más lo pueden disfrutar».

Anécdotas de la lotería de Navidad que demuestran que para muchos la solidaridad y la amistad importan más que el dinero hay muchas.

Gracias a un vecino de Becerreá emigrado a Madrid su municipio recibió una lluvia de millones del Gordo del 2012. Manuel López Pombo repartió la suerte y cuatro décimos premiados con 400.000 euros cada uno entre dos de sus primos y dos amigos.

Así se juega en este país a la Lotería. Como en el anuncio. Todos queremos parar en un bar como aquel y soñar estar tan podridos de dinero para urdir los más rocambolescos deseos sin más límites que los horizontes de nuestros caprichos.