Está permitido bailar con tu jefe

Marina Chiavegatto

SOCIEDAD

Marcos Míguez

Cada vez son más los que no dejan pasar la oportunidad de disfrutar de la cena de empresa de Navidad. YES, la revista gallega de Gente, Creatividad y Tendencias, te cuenta las razones

20 dic 2014 . Actualizado a las 13:53 h.

El run run empieza meses antes. Los emails y whatsapps aumentan considerablemente: «¿Tú que te vas a poner?» «¿Hay que ir de traje?», «¿Me recogeré el pelo?». Son las dudas existenciales que se repiten en casi todas las empresas en estas fechas. Porque diciembre es sinónimo de cenas de trabajo. Las hay de diferentes modalidades: organizadas por los empleados o por jefes, formales o informales, pagadas por la propia empresa o por los trabajadores, con barra libre o sin ella. Aunque todas tienen un denominador común: jefes y empleados acaban en la misma barra de bar o pista de baile. ¡Qué peligro!

Cada vez más las empresas se dan cuenta de la importancia de este tipo de eventos. «Sirven para unir el grupo, aumentar la motivación y el vínculo con la compañía», justifica Veronica Arteaga, responsable de Cultura de Softtek.  Ella es una de las organizadoras de la fiesta de Navidad de su empresa: «Es como planificar una boda», define. Con todo lo que ello implica: catering, sorpresas, Dj, decoración y, por supuesto, gestionar los nervios de los participantes. «Las chicas llevan un mes mirando vestidos y peinados por Internet», confiesa uno de los asistentes. «Están histéricas», añade otro. «Yo me arreglo más para esto que para fin de año», confiesa la líder de proyecto Beatriz Riguera. Ella es «muy de reciclar vestidos», pero varias de sus compañeras han comprado «modelitos nuevos» para la ocasión. «Tampoco tenemos tantas oportunidades para ponernos de gala -justifica Bea- así que aprovechamos para lucir vestido y maquillaje». 

En la fiesta de esta empresa tecnológica participan este año más de 120 personas. Raúl Rodil ya es un experto en esto de las cenas de Navidad: «Siempre hay uno que gana. Que se crece. Que acaba en medio de la pista de baile, dándolo todo. Hay gente a la que el público le motiva». Sus colegas se ríen, todos saben de quien habla pero eso es, por supuesto, información privilegiada. «Lo que pasa en la fiesta se queda en fiesta», comentan en una de las mesas. Y todos los demás están de acuerdo. Hay que evitar los cotilleos porque el lunes post-cena puede ser un día muy duro según la cantidad de alcohol ingerida.

«Lo llamamos el lunes de la vergüenza», explica Rodil: «Vemos como muchos llegan con la cabeza baja, evitando intercambiar miradas y hasta saludar». Recuerdan, por ejemplo, «aquel año» en el que un compañero, que ninguno de ellos conocía, pasó toda la noche hablando con su pandilla, «nos contó toda su vida», afirman, pero al día siguiente... «Ni siquiera un hola nos dirigió -describen- es como si se hubiese olvidado de todo». 

En una fiesta de empresa «como Dios manda» existe siempre un «rey de la fiesta» y varios «amnésicos», aunque no nos podemos olvidar de «los exorcistas». «Sabes de qué peli te hablo, ¿verdad?», pregunta el administrador de sistemas, Manuel Loureiro. «Pues sí, hubo un año que la niña del exorcista visitó nuestra cena», cuentan entre risas. Todos recuerdan las «historias de vómitos» y coinciden en el peligro de la barra libre. De hecho, hasta hubo un año en el que se coló en evento un «no empleado»: «Supongo que correría la voz de que aquí había copas gratis», justifican. 

Las anécdotas se multiplican y las amistades se estrechan cada año. «Organizar este acto es el trabajo más agradecido del año», afirma Verónica Arteaga. Y aunque haya momentos en el que el presupuesto es más apretado, en su departamento tienen claro que no prescindirán de la fiesta: «Hubo años en los que las cosas en la empresa estaban más complicadas y no teníamos dinero para organizar una gala, -dice la responsable de Cultura de Sofftek- así que llevamos a los trabajadores a una raxería, gastamos muy poco y fue una de las cenas mejor valoradas de todas las que hemos hecho».

Según esta trabajadora es en los momentos más difíciles económicamente que este tipo de eventos son más importantes: «Se valora mucho que hagamos el esfuerzo». O como lo describía una de las asistentes: «Es como si la empresa te dijera, 'Gracias por haberte dedicado tanto este año', y ese reconocimiento da gusto». 

El drama del «qué me pongo» no es solo cosa de chicas: «Yo este año no me tuve que preocupar porque adelgacé 7 kilos y entraba en el traje de mi boda», confiesa este nuevo delgado. Pero si para los chicos la pregunta es «¿con o sin corbata?», para las chicas, hay más matices que limar. Vanesa López es conocida por sus rizos, pero a la cena «no podía ir como todos los días», así que los transformó en una trenza. «La trenza me la hago yo misma -aclara- pero hay mucha gente que pasa el día en la peluquería». «Hubo una chica (no citaremos nombres) que creo que se tomó toda la semana libre solo para arreglarse para esta fiesta», cuentan sus compañeros en tono de broma. Elegir ropa y look no es tan fácil y menos si la idea es bailar hasta que nazca el sol. «Yo vine en tren desde Santiago», explica Bea Riguera, «y mi plan es coger el primer tren de la mañana para volver a casa».

Quien también se suele quedar siempre hasta el final de la fiesta es Ramón Isasi. «Soy padre y salgo de fiesta unas 2 veces al año, una de ellas es esta», confiesa. Los hay más y menos fans de este tipo de eventos, más y menos «entregados a la causa». Para unos es «un compromiso laboral», para otros, el pistoletazo de salida del maratón de las fiestas de fin de año. Puede que esta cena no cambie tu vida o tu trayectoria laboral. Puede que el lunes todo siga igual, aunque hay algo que seguro que cambiará: Tendrás, a partir de ahora, la complicidad de haber bailado con tu jefe.