«Nos salvamos la vida mutuamente»

Elena Larriba García
Elena larriba PONTEVEDRA / LA VOZ

SOCIEDAD

Capotillo

Una gallega invidente ha superado todo tipo de obstáculos para adoptar en la República Dominicana a una niña de tres años con una discapacidad del 99 %

22 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Sofía es una preciosa niña de tres años con síndrome de West y una discapacidad del 99 %, a la que María José Freire Franco, Sisi, una pontevedresa ciega, consiguió salvarle la vida trayéndola a España desde la República Dominicana. Ambas viven ahora en la ciudad del Lérez en compañía de Golfillo, un perro fundamental en sus vidas, que les sirve de guía.

El viacrucis de Sisi comenzó hace cuatro años en Tenerife, donde tenía una espléndida carrera como directora comercial de un grupo hotelero, hasta que una enfermedad ocular hereditaria la dejó ciega. «Mi mundo se vino abajo, mi vida profesional se truncó y pasé de dirigir hasta cuatro empresas de servicios turísticos a no valerme por mí misma y a no existir», cuenta. Sufrió un shock traumático y cayó en una depresión de la que le ayudó a salir Golfillo. El perro que le regalaron sus vecinos canarios la sacó de nuevo a la calle y con él se animó a viajar a la República Dominicana para pasar unas «irónicas vacaciones». Un amigo la había puesto en contacto con una persona que trabajaba allí en una oenegé y comenzó a colaborar con el Proyecto Roberto en Boyá (Monte Plata), dedicado al acogimiento de niños huérfanos que deambulan por las calles.

En aquel orfanato, donde Sisi daba clases a los pequeños, una joven madre entregó a un bebé de 11 meses que apenas pesaba tres kilos y estaba prácticamente en estado vegetativo. Su nombre oficial era Estrella de los Santos -hoy su pequeña Sofía-. «Llegó en un estado terrible, era ciega, no oía, tenía deformaciones en los pies, sufría convulsiones... Y requería unos cuidados que nosotros no podíamos darle», relata.

Pese a todo y aún sabiendo que difícilmente sobreviviría, decidió responsabilizarse y hacerse cargo de la criatura. Ahí comenzó su primera lucha de hospital en hospital para que la atendieran, recorriendo cientos de kilómetros, de Santo Domingo y Monte Plata, con el bebé en una mochila. «Pero llegó un momento en que comprendí que allí no la iban a tratar, que se iba a morir, y emprendí otro viacrucis para conseguir los papeles necesarios para traerla a España».

Los obstáculos y situaciones personales de peligro por las que tuvo que pasar para conseguir su objetivo fueron innumerables. Y, por fin, con el apoyo del departamento de Menores dominicano y del cónsul de España, logró que un tribunal le diera - siempre con el consentimiento de la madre biológica-, la guarda y custodia de la niña.

Sisi regresó con Sofía a Tenerife en junio del pasado año y comenzó a tramitar su adopción por razones humanitarias. Los problemas burocráticos continuaron, pero consiguió que la ingresaran en el Hospital de la Candelaria y la vieran todos los especialistas posibles. Con la ayuda del Fiscal de Menores logró también que le dieran el acogimiento familiar permanente y el permiso para trasladarse a vivir a Pontevedra y reiniciar aquí los trámites de la adopción. «Las condiciones de accesibilidad son mucho mejores en esta ciudad para mí y para la niña», explica.

Sofía acude diariamente al centro de Amencer, recibe toda la atención médica que precisa en el Complejo Hospitalario de Pontevedra y mejora cada día. «Ambas nos hemos salvado la vida mutuamente» repite Sisi sin dejar de abrazarla ante la atenta mira de Golfillo, también fundamental en la recuperación de las dos.